Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
Alguna vez disputamos este incomodo tema con mis estudiantes quienes, acaso por ser tan jóvenes, entendían mejor la complejidad del mundo moral.[1] Tiene el asunto su complicación. Aristas, dobleces. Aunque hay quienes somos leales más allá del deber como el Cid Campeador ¡Dios que buen vasallo! (¿No falta quien me considera traidor a mí, que me conceptúo en el molde del héroe puro?) Has de serte leal a ti antes que a nadie más.
Solo un maniqueo puede decir que la Malinche fuera una traidora o acusar de tal al heroico Gonzalo Guerrero que, transfigurado en maya, luchó a muerte contra su hermano español en la batalla final del Valle de Sula. ¿No hay instancias en que la llamada traición es una leal defensa de una moral más elevada, o responde a un principio de supervivencia? Borges plantea el enredo en hermosos cuentos como el expresamente titulado El tema del héroe y el traidor[2] o, mejor en ¿El perfil de la espada? En que el Ingles de la Colorada relata la traición castigada de Moone.
No quiero abrumar con la proliferación de ejemplos que no contribuyan a ilustrar la confusión y a señalar la salida del laberinto. Reflexionándolo un poco, quizás porque es núcleo de la comedia humana, el tema que conjunta al héroe y al traidor esta por doquier en la literatura, en la historia y la mitología.[3]
Otras veces, el tema se presenta simplemente como turbia yuxtaposición. El caso del integro Sócrates y su enamorado, el cínico Alcibiades, quien traicionó a Atenas, asesina de su amado. Difícil saber bien a bien, quien no es el traidor cuando se rememora a Francisco Morazán y el General Freer Risk, de quien se ha llegado a sospechar que -siendo su amigo y seguidor- entregó el Paladín a su enemigo, luego de descubrir que (acaso ella lo confesó, solo al cura se confiesa) tenía amoríos con Teresa Escalante, su mujer, embarazada del líder, y que unos meses mas tarde dio a luz a Dolores (¡ay!) Freer Morazán
Pero también hay casos de la vida actual, en que resulta fácil formular un juicio claro. Sin que eso los definiera, Javier Rivera Maradiaga traicionó a Adán Fúnez declarando ante la Corte del Octavo Distrito de Nueva York hace un haz de años, que el alcalde liberal aceptaba sus sobornos. Antes, Adán Funez traicionó al pueblo de Tocoa, avalando la usurpación de bienes comunes protegidos, concesionados a la minera Los Pinares que Maradiaga vendió luego a Pérez y Facussé, con la consiguiente contaminación.
Igual esta clara la traición en el drama del golpe de Estado de 2009. Hubo golpistas que creyeron la mentira conspiradora, y otros medios inocentes como tú. Lucen congruentes quienes luchaban por derrocar al gobierno en defensa de sus intereses de clase y grupo político, los magnates y los capos.
Es mas difícil entender que traicionaron al gobierno, formando parte de y habiendo recibido de él títulos y beneficios, los candidotes, el energúmeno Micheletti y el venal Santos, Romeo y los comandantes, Avilez quienes para romper la ley esgrimieron una cínica retórica legalista, falsificaron documentos legales, y animaron a o ejecutaron crímenes de lesa humanidad. O como a la mayoría de los embajadores en ultramar. Roberto Flores y Delmer Urbizo, y un haz de ministros entre ellos Saro Bonano y Arístides Mejía que, en su gran cobardía, optaron por la conspiración tenebrosa de Oscar Andrés y Carlos Roberto.
Unos se escondieron o impostaron, otros disimularon de manera desigualmente diáfana. La pregunta diagnóstica es ¿Dónde estabas cuando el pueblo marchaba al aeropuerto a recibir a Mel y el traidor de Romeo había dado permiso y orden de matar? O cuando se formaron aquellas caravanas hacia la frontera Sur y los escuadrones acuchillaban compañeros para sembrar el terror, antiguo arbitrio de dictadura. Debemos pactar, por el bien del país, si
Pero la historia no se soslaya impunemente. Solo se puede reconciliarnos, aclarando los hechos ocultos o difuminados. ¡A Miami! La alta traición no puede quedar impune y tiene la pena capital del ostracismo.
[1] En un Seminario sobre Las narrativas alterativas de la historia y la literatura, en Harvard 2009
[2] No soy el único, y universalmente se hace alusión a ese texto para tocar el tema.
[3] En la iconografía mesoamericana quienes portan banderas blancas son las victimas que se ofrecen en sacrificio ritual al final de una guerra, de modo que si hubiera sido real esa escena la que Mario F. Castillo documenta que es inventada, el indómito hubiera tenido que pensar que le ofrecían bestia y jinetes como trofeos de su propia victoria, para que los sacrificara a su real voluntad. Al Señor de La Sierra armado con una macana de palo y piedra, ¡lo mató el vil Ruiz! con un cuchillo de acero.
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas