En la primera parte de “Acoso entre plumas”, Lourdes Ramírez, Emy Padilla, Wendy Funes y Dunia Orellana recogieron los testimonios de tres mujeres acosadas física, psicológica y sexualmente dentro de los medios de comunicación hondureños
En esta segunda entrega de cuatro, presentamos las historias de otras cinco mujeres que han chocado con jefes y compañeros acosadores
Este es un reportaje colaborativo realizado por En Altavoz, Criterio, Reporteros de Investigación y Reportar sin Miedo. Los nombres de las protagonistas de las historias han sido cambiados para preservar su identidad
Una encuesta realizada a mujeres periodistas reveló que el 48 % de ellas han sido acosadas en los medios de comunicación de Honduras
Lea aquí PARTE I
PARTE II
Las historias de Wendy, Rosa, Katty, Maritza, Olga, Marina y Lina
“LAS PERIODISTAS NO DENUNCIAN”
“Personalmente conozco un caso de acoso sexual en una sala de redacción, pero creo que las mujeres periodistas no denuncian”, dice la coordinadora del Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla, Merly Eguigure.
La defensora feminista agrega que recibió el testimonio de una expresentadora de uno de los medios masivos de mayor audiencia del país. La periodista dejó este trabajo y entró a trabajar en otro medio de comunicación.
Mientras estuvo en la radiodifusora popular, su jefe –uno de los periodistas más conocidos del país– empezó a ser hostil con ella luego de que no les hiciera caso a sus pretensiones sexuales.
“Creo que las razones [para no denunciar] son varias”, explica Eguigure.
“Denunciar una cosa de esas significa quedarse sin empleo, ser estigmatizada en el medio y, probablemente, no conseguir empleo en otro medio porque es un tema tabú que se maneja entre el acosador y la acusada y la norma nos indica que quien tiene el poder tiene la autoridad, la voz y la credibilidad. Por eso, la mujer siempre sale perdiendo”.
Además, no es un delito que se pueda probar fácilmente.
“Este caso aconteció en una sala de redacción tradicional de un medio televisivo y lo que hizo la periodista acosada fue salirse del medio, ubicarse en otro y no denunciar lo que le había pasado. Me comentó que salió porque ya no podía estar en un ambiente hostil hacia ella. Entonces decidió salirse por la presión que el dueño del medio le hacía directamente”.
Cuando una mujer no accede a las pretensiones de sus superiores, después viene el hostigamiento laboral.
WENDY
“Él era mi jefe y me invitaba a comer. Trataba de deslumbrarme contándome su carrera y sus logros. En una oportunidad me dijo que por qué cogía con…, que debería valorarme más. Yo ni siquiera había tenido una experiencia sexual. No entendí hasta ahora que eso es acoso sexual.
Antes de conocerlo había estado en otra sala llena de hombres. Unos me pegaban nalgadas, otros me abrazaban o me besaban a la fuerza. Yo, con miedo de no encajar, solo me reía para ser aceptada. En una oportunidad, me llamaron a la jefatura de redacción para reclamarme por qué me había dejado chinear por un fotógrafo, que si era una señorita me diera a respetar.
En cada sala por la que pasé hay muchas historias de acoso, pero ninguna prueba”.
ROSA
Rosa experimentó acoso sexual de muchos “laureados” docentes de la Escuela de Periodismo en las aulas universitarias, así como de otras áreas de las ciencias sociales.
“Cuando me casé y salí embarazada tuve que escuchar los comentarios irrespetuosos y burlones de maestros en las clases: “¿No tiene televisión en su casa? ¿esa es otra barriga o es la misma?, ¿ya van dos en el año?, es que ustedes se bañan en agua tibia y se perfuman antes de que llegue el marido”.
Reprobó injustamente varias clases por no aceptar las invitaciones a beber o no permitir los abrazos y sobijos de los “connotados maestros”. En una ocasión, Rosa interpuso una denuncia en la dirección. No sirvió de nada. “Se burlaron en mi cara. Según ellos, yo era anormal por no ser más condescendiente. Eso me hace recordar cuando alguien me dijo que no ‘supe utilizar a mi favor el acoso sexual’”.
En su segundo año como universitaria, Rosa aplicó para un puesto de asistente de relaciones públicas en una institución magisterial. No había pasado ni un mes cuando comenzó a ser acosada por el director ejecutivo. Durante varias semanas, él intentó de muchas formas que cediera a sus pretensiones.
Al no lograrlo, le pidió al abogado de Recursos Humanos que la despidiera. Pasaron dos meses y medio y recibió el llamado del funcionario, quien, apenado, le aseguró que era un despido injusto, pero que, si no hacía lo que decía su jefe, el despedido sería él.
Salió indignada de la oficina y redactó una denuncia que entregó a más de una docena de representantes de los gremios magisteriales y ministros de varias carteras del Estado, entre ellos la ministra de Educación. Fue convocada a ampliar la denuncia que después trascendió a los medios de comunicación.
La solidaridad que recibió en ese momento fue desde los medios de comunicación y de una dirigente magisterial. Un año después demandó por recomendación de un abogado poco ético que negoció su reintegro al puesto de trabajo, pretendiendo que se retractara de la denuncia porque afectaba políticamente al acosador.
Fue asesorada por otros colegas que la instruyeron sobre los riesgos legales que implicaba y que no debía aceptar ningún trato. Cambió de abogado y con el Ministerio de Trabajo se levantó un acta que ratificó la sentencia de la Corte, ordenando su reintegro y pago de salarios caídos durante más de un año y demás beneficios.
Eso la llevó a recibir amenazas del abogado anterior, que además era su vecino y había sido su maestro de ética periodística. El abogado que la representaba le recomendó no regresar a la institución y aceptar el retiro con todos los derechos que demandaba la ley porque consideraba que podría ser agredida.
Ya entrada en la carrera de Periodismo, Rosa tuvo oportunidades de trabajar en medios. Fue seleccionada para ser presentadora de noticias en una de las cadenas más importantes de televisión, pero un día antes de comenzar, uno de sus productores la alertó sobre el trato que recibiría.
Estas fueron sus palabras: “Conozco a tu familia, sé de dónde vienes y no quiero que te ilusiones con este trabajo. Aquí, si no te bajas los calzones, te tratan como perro”. Se refería al director del noticiero. “Entonces decidí no ingresar a trabajar a ese canal”. Eso no quedó ahí. En todas partes tuvo que enfrentar el acoso de fuentes de información, figuras políticas, empresariales y de otros sectores, de compañeros.
En otro medio, el director del noticiero mandó a comprar un escritorio cerrado de todos los ángulos para que lo usara porque dijo que con la premura de la redacción noticiosa podría sentarme mal y no sabía cuánto tiempo tenían mis compañeros de no tener relaciones sexuales y sería mi culpa si ellos tenían una erección.
“Este ya fallecido seudoperiodista en una ocasión nos llamó uno a uno a su oficina, a tres colegas hombres y a mí, a observar un anuncio en una revista. Era una mujer desnuda con cuatro hombres tocando su cuerpo. Anunciaban un perfume. Para este director de noticias era una forma frecuente de introducir temas sexuales, intentando lograr sus objetivos”.
La casa matriz del noticiero estaba en otra ciudad. En una ocasión se programó una reunión de trabajo con las propietarias del canal de televisión. “Querían informar a nuestro equipo las directrices de trabajo y coordinar proyectos entre las dos regionales en los que colaboraran periodistas de las principales ciudades. Era sábado y la salida sería a las nueve de la mañana para llegar a tiempo a la reunión que sería a las dos de la tarde”.
Rosa se extrañó por la llegada de uno de los conductores a su casa a las siete de la mañana. “Le vengo a advertir”, dijo, “que el director pretende que viaje con él en el vehículo pickup y el resto del equipo irá conmigo en el turismo. Él no tiene buenas intenciones. Quiere desviarse a la altura de Comayagua y llevarla a un motel. Me dio instrucciones de irme adelante para no estar pendiente de ustedes. Me preocupa su seguridad”.
El conductor tenía razón. Al llegar al sitio de reunión frente al canal para la salida, el director del noticiero le dijo con prepotencia a Rosa: “Usted se viene conmigo”. Y ella dijo: “No, me voy con mis compañeros”. “Si no obedece, aténgase a las consecuencias”, dijo él. “Pues me atengo a las consecuencias”, le dijo Rosa.
Obligó a uno de los colegas con quien mejor se relacionaba profesionalmente a irse con él. Al llegar a la reunión de trabajo ignoró a Rosa y no la dejó participar en ningún momento. “Posteriormente se presentó en el hotel donde estábamos hospedados. Se quería asegurar de que no estaba compartiendo la habitación con ninguno de mis colegas”, relata Rosa.
El domingo regresaron a la capital y Rosa compartió el vehículo con sus compañeros. “El lunes, tal como lo dijo, tuve que enfrentar las consecuencias. Me marginó totalmente, no me asignaba fuentes ni estaba interesado en escuchar mis propuestas informativas para el día. Ya no había cámaras ni camarógrafos disponibles para que pudiera hacer mi trabajo”.
Ella se acercó para hablar con él y pedirle sus asignaciones y él la increpó por “desobedecer” y “no hacer nada para limar asperezas durante el viaje”. “Lo mejor es que usted vuelva a cubrir sociales”, le dijo.
Rosa puso una denuncia a la directora general del noticiero (también periodista) en la casa matriz y una carta a las propietarias. No sirvió de nada y terminó saliendo del noticiero. “Posteriormente, este mismo director se propasó con otra colega y tampoco recibió ninguna sanción. Hasta que se atrevió a acosar a la sobrina de las propietarias del canal fue expulsado de la televisora”.
KATTY
Katty trabajó en varios medios de la zona norte, tres medios escritos y dos televisoras. Fue acosada en varias ocasiones por colegas periodistas durante las coberturas de fuentes informativas.
“A pesar de mostrar malestar por el trato que me daban, no dejaban de hacerlo”, relata Katty. “Siempre me estaban haciendo comentarios morbosos. No sólo ellos. Incluso jefes policiales me acosaron y al negarme comenzaron a negarme las entrevistas”.
El acoso sexual contra Katty ocurrió desde sus inicios en el ejercicio de su carrera periodística, tanto de compañeros de trabajo como de compañeros de otros medios y fuentes que le tocaba cubrir. “Ser amable durante la cobertura informativa frecuente los hizo confundirse y pensar que se trataba de un tipo de coqueteo sin serlo”.
Estas situaciones la afectaban porque, ante la negativa de seguir el juego de personas a quienes le tocaba entrevistar, algunas dejaron de dirigirle la palabra. “En el caso de las fuentes, más que todo jefes policiales, preferían no darme entrevistas. Algunos hasta me ofrecían dinero, viajes, darme apartamento y tener lo que yo quisiera”, agrega.
En más de dos ocasiones, tanto jefes como compañeros intentaron besarla a la fuerza.
MARITZA
Maritza cubría la fuente del Congreso Nacional. Se encontraba con colegas de otros medios. Uno de ellos se destacaba por su irreverencia en el trato hacia los demás y su permanente tono de confrontación.
“En varias ocasiones intentó abrazarme y me negué. La última vez me dijo: ‘¿Qué te crees vos? Mirá a fulana’. Y se dirigió a otra colega que sí se dejaba abrazar. Le dije: ‘Ese es problema de ella. A mí no me gusta y si lo permito una vez, lo harán todo el tiempo’”.
Ella también cubría instituciones de gobierno y, en una ocasión, un viceministro la invitó a salir como condición para darle una entrevista. Ella se negó y pidió que le cambiaran la fuente, pero su jefe en el canal no aceptó la petición y le dijo que era normal aceptar invitaciones de fuentes.
OLGA
Olga cubría todo tipo de fuentes. En las policiales, el portavoz se propasaba con algunas de las colegas.
Ella le pidió que mantuviera distancia y que no era necesario saludarla “tan efusivamente”, que ella llegaba por información y era su obligación facilitarla sin pasarse.
Esa fuente se volvió hostil para ella y no lograba entrevistas individuales, solo de grupo. El portavoz ignoraba sus preguntas como si fuera invisible.
El acoso para Olga no solo venía de las fuentes. En varias ocasiones tuvo que esperar que sus compañeros terminaran de ver películas pornográficas para poder grabar sus audios y editar sus notas con el productor.
Le preguntaban si ella había practicado las posiciones sexuales que se mostraban en las imágenes. Existía un ambiente cómplice alrededor de esos temas entre el jefe de redacción y los demás reporteros. Ella trataba de hacer caso omiso de esos comentarios.
LA RUTA DEL ACOSO
Los superiores empiezan a invitar a comer a la periodista, le piden que se quede después del horario para discutir reportajes o notas, le colocan trabajo para que se quede hasta tarde para después poder ir a dejarla a su casa. De esa manera, con la relación laboral, es como empieza la ruta crítica del acoso sexual.
Hay muchos intentos de que la mujer acceda y, si no accede, la hostigan, le hacen más asignaciones, la mandan a un lugar y la dejan botada, le exigen más trabajo del que hace, le niegan transporte, todo ese tipo de cosas para que esa mujer denuncie.
Eguigure mencionó que es como si este delito no existiera, aunque es muy frecuente. Esto pasa porque es difícil probarlo y entonces, al no probarlo, no existe legalmente.
“Lo que les decimos a las mujeres es que cuando son víctimas de este delito guarden las pruebas. Nos hemos encontrado con mujeres casadas o acompañadas que sufren acoso en el trabajo y lo que hacen es borrar las evidencias por miedo de que su papá encuentre las evidencias en el teléfono o en su agenda y crea que ella tiene una relación afectiva con la persona que la acosa”.
Luego está el tema de los estereotipos: la mujer está para ser acosada, hay que acceder.
“Como defensoras, tratamos de buscar todas las evidencias que sustenten un caso y, como es complicado, muchos se quedan sólo en asesoría. Todos los casos tienen expediente, pero el de la periodista no se documentó porque se dio en una plática, aprovechando la coyuntura de una entrevista.
Hay otra periodista que denunció acoso sexual y nunca quiso que nos involucráramos como organización. En este caso, su jefe le decía frases, expresiones, la invitaba a hacer giras de trabajo. Ella percibía que sus intenciones no solo eran laborales y llevaba a sus hijos a sus giras. El jefe le decía: ‘Usted es una tonta’ porque así no podían concretar actos sexuales”.
La defensora prefirió no revelar nombres de los agresores porque no tenía consentimiento de las víctimas, pero, además, porque Visitación Padilla sufrió la condena de la defensora de los derechos de la mujer Gladys Lanza.
Gladys falleció condenada por acompañar a una presunta víctima de acoso.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas