Por: Irma Becerra[1]
El pensamiento, en general, es el conjunto de ideas, conceptos, palabras, definiciones, relaciones conceptuales, razonamientos y reflexiones que nos surgen en la mente a raíz de nuestra interacción diaria con la realidad y el mundo exterior. Se produce por las facultades humanas de reflexionar, inducir (partir de lo particular a lo general), deducir (partir de lo general a lo particular), criticar y concluir que poseemos los seres humanos.
Para poder ser perceptivo y crear pensamiento se requiere de autocontrol y mucha disciplina, es decir, se precisa de la estabilidad y la tranquilidad indispensables para propiciar y permitir la concentración que le hace inferir conocimiento, o sea, el entrelazar los conceptos examinados a la luz de la práctica social para así poder aplicarlos en la solución concreta de problemas.
Pero el pensamiento humano no es solo una mera facultad cognitiva sino también una fuente de contenidos morales ya que por medio de su característica fundamental del raciocinio podemos identificar y distinguir lo correcto de lo que es incorrecto. Desde esta perspectiva, hay pensamientos buenos y luminosos y pensamientos malos y dañinos que persiguen el malestar de las personas y no su bien. Constituyen una disposición y una decisión morales el que el individuo se incline por alguna de las dos opciones, siendo la primera alternativa una forma benéfica y no maléfica de interpretar la realidad que, por eso, siempre implica un final feliz.
A diferencia del pensamiento común que caracteriza a todas las personas, encontramos el pensamiento crítico como una manifestación más elevada de entender la realidad que pretende superar y trascender a esta última, para generar conciencia y voluntad acerca de lo que necesita el mundo para mejorar, siendo la historia del género humano el sitio en el cual dicho pensamiento encuentra su máxima expresión. Por pensamiento crítico no entendemos el cuestionamiento necio del insolente o del irrespetuoso, sino aquellas problematizaciones de los que no aceptan de manera resignada la experiencia vivencial de las personas en el mundo y buscan, por ello, solucionar los problemas y conflictos reales.
Son características propias del pensamiento crítico las siguientes:
Es un pensamiento directo, auténtico, sincero y claro, que no se esconde detrás del discurso y las palabras indirectas.
Es relacional, es decir, que se produce en las relaciones sociales con las demás personas y por eso niega todo solipsismo o aislamiento respecto al mundo real y la sociedad.
Es estable, empático, constante, equilibrado, cuidadoso, prudente y para nada aburrido, por lo tanto, tiene un alcance trascendental a largo plazo, universal y estratégico.
Es un pensamiento para hacer el Bien y defender la verdad, por lo que no se basa en mañas, intrigas o mentiras.
Es un pensamiento cálido aplicado a la transformación suave, firme y esperanzadora de la realidad, sin odios, supremacías ni resentimientos.
No es autosuficiente ni egoísta, aunque sí es independiente y emancipa a los demás.
Niega toda forma de violencia y cree firmemente en la paz mundial.
Es un pensamiento que fundamenta de manera universal los principios y valores morales guiando, sin vacilar, la buena y correcta conducta de los individuos.
No le teme a la verdad ni hace conclusiones apresuradas.
Es limpio, luminoso y desprecia el maltrato, la autodestrucción, el culto a la muerte, la opacidad y la oscuridad.
No es complaciente ni busca quedar bien o agradar siempre a los lectores y a los que lo escuchan.
Es propio y exclusivo de los intelectuales serios.
En este sentido, el pensamiento crítico no surge de la casualidad, tiene que ser educado, formado y cultivado en las personas más sensibles e inteligentes para que se pueda convertir en una forma y en un método de conocimiento que moldee el carácter a partir de la sabiduría popular hacia etapas superiores de interrelación de las personas entre sí y con la realidad misma. Por eso, para lograr ciudadanos más conscientes se precisa de una buena educación y de una buena formación civil ciudadana que los convierta a estos en entes propositivos que puedan asumir la conducción equilibrada de sus vidas y sus destinos, y les impida ser simples provocadores o extremistas del terror.
En Honduras necesitamos urgentemente este tipo de ciudadanos, que, sin soberbia o altanería, y con humildad propositiva puedan determinar constructivamente alternativas viables que sean salidas verdaderas a la terrible situación de degradación que vivimos y que rige en la actualidad. Eso implica el no creerse nunca más listo que los demás, y sobre todo más listo y astuto porque se infringen las leyes y los valores morales. Ser crítico significa “ir a la raíz de las cosas”, buscando las causas y los orígenes de las situaciones sin olvidar en ello la raíz ética del mundo, y desplazando las alas para proteger ilusiones y utopías lumínicas de un mundo mejor. Eso es lo correcto.
El pensamiento crítico siempre llega a la verdad. El criterio de la verdad es la práctica porque es la única esfera del mundo que nos permite distinguir lo ideal de lo material. Si la verdad es la concordancia entre lo ideal y lo material, y por ende, lo que distingue entre lo correcto y lo incorrecto, eso quiere decir que ese momento de concordancia determina lo correcto en la vida, ya que ello presupone que no haya contradicción entre ambas esferas del mundo. Para saber que no hay contradicción entre lo ideal y lo material está la práctica que, por tanto, nos confirma lo correcto como medida preventiva de los errores, y, sobre todo, de los errores fatales. El pensamiento crítico es aquél que aplica la práctica en tanto medida diferenciadora de lo ideal y lo material, y siendo criterio de la verdad, es una fundamentación de lo correcto que surge en dicha práctica cuando se respetan las leyes, es decir, cuando lo ideal y lo material concuerdan mutuamente.
Las conductas desviadas o criminales no diferencian lo ideal de lo material, ni asumen la práctica cotidiana como criterio de la verdad, porque no pretenden hacer lo correcto sino lo incorrecto, por lo que sus acciones no concuerdan con los límites determinados por la moral y la Ética, que son límites universales aplicables a todos los ciudadanos por igual. De ese modo, los provocadores y los criminales tienen en común el negar el pensamiento crítico porque este los interpela de forma directa, dejando a la vista sus verdaderas intenciones de falsear y violentar la realidad haciendo lo incorrecto. Esa es la verdad.
[1] Irma Becerra es Licenciada en Filosofía por la Universidad Humboldt de Berlín y Doctora en Filosofía por la Westfälische Wilhelms-Universität de Münster, Alemania. Es escritora, catedrática universitaria y conferencista. Ha escrito numerosos libros y ensayos sobre temas de política, filosofía y sociología.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas