Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
para ti caminante
Opté hace varias semanas y después de diez ensayos, por apartarme del tema, que ya había generado mucha opinión.
Porque llega un momento en que ignorar la ajena es una descortesía y contradecirla es imposible, sin dedicación exclusiva. Porque el tema se calienta y se vuelve emocional, en especial cuando la gente tiene miedo. Se compara a los países y discute desde el intestino conmocionado de la emergencia. Pero cada caso exige una comprensión racional interdisciplinaria y fría. No sé si aún estamos a tiempo de formar el Comité de Salud que hizo falta.
Observo, luego existo. Daré simplemente mi opinión informada, como referencia. Horribles la disfunción de Sinager y de Copeco, el desabastecimiento de insumos básicos para el personal y para los pacientes. Espantosa la corrupción que se vislumbra y la impunidad. Claramente, el gobierno cometió errores gravísimos, básicamente porque, dada su naturaleza y condición, pasó por altola posibilidad de alcanzar un consenso de oposición y expertos. Lo difícil, y aprovechar para educar, transparentar, civilizar. Insistió en recurrir a lo fácil, a su misma burocracia, manifiestamente incompetente para tarea asaz complicada, a las fuerzas del orden, sobre extendidas y a los cuadros y bases de un partido degradado, que se ha ganado una duda universal. ¿Quién cree en ellos? No se equivocó cuando, a instancias de la OMS, decretó la cuarentena, y tampoco se equivoca ahora cuando inicia una apertura en fases y geografías discretas y la programa para dos meses. Así tenía que ser.
Se impuso la cuarentena casi a tiempo, unas horas después de lo óptimo. Por sus rigideces y porque Honduras es injusta, ella significó mayor sacrificio para los más pobres y fue menos eficaz de lo que pudo ser. Al final del día, sirvió. El cierre de actividades económicas y el distanciamiento social eran necesarios, funcionaron, ahorraron contagios exponenciales, preservaron la capacidad del sistema de salud y en última instancia, salvaron vidas, muchas. De otro lado, en las particulares condiciones de nuestra población, era imposible, inútil e inconveniente prolongar más la cuarentena rígida, cuando se ha estabilizado el aumento de contagios y de casos graves en una cifra que se pudo manejar, en el sistema. Los compadres se escandalizan porque ese número es hoy más alto -mejor conocido-que, al inicio, pero no tienen razón. Pudiera parecer cruel, pero era imposible evitar pérdidas, las que continuaran. La cuarentena no pretendía parar todo contagio. Se abatió el vector del aumento geométrico, que era su fin. El calendario para reapertura es profesional y básicamente correcto. No es hora de cantar gloria.
Tendremos que aprender del error. Desde la primera fila, donde seguirán bajo gran presión, muchos médicos, técnicos y enfermeros, lógicamente se espantan. (No solo en Honduras hay sectores y reacciones alarmadas. En distintos países de Europa y sitios de EUA se han excedido ya y tendrán que corregir.) Como se han ganado tan mala imagen, el gobierno y los empresarios aquí, se los acusa de conspirar para sacar a la gente a la calle como carne de cañón. Que abren la economía para bien de los ricos quienes, aunque pierden ganancia, no están en riesgo de calamidad. Quedaron, ni modo, muchos tontos vivos. Pero en efecto al que nada tiene no le resuelve nada salir, le hará falta un con que, para no salir a delinquir.
Repito. Habrá nuevos brotes y los contagios y demandas de atención se incrementarán. (Quizá -incluso más allá de la capacidad ampliada, mejorada del sistema- falte aire, espacio, manos). Habrá un aumento en los contagios. Claro y un incremento en las muertes, aun si menor proporcionalmente.
Porque hemos alcanzado también una curva buena de aprendizaje en la terapia y el control médico. (En un largo primer momento, caray, no conseguíamos curar a nadie) Porque al final, mucha gente entendió que el covid-19 no era mera conspiración de JOH (para quedarse en el poder, eso es permanente, no cambia) con colaboración de Bill Gates. Es más cauta. Y quizás porque, según algún experto, ha empezado a disminuir la carga viral, como si el virus comenzara a perder garra, a adaptarse, envejecer y debilitarse, y hay cada vez más casos de pruebas positivas con síntomas blandos.
De modo que, si combinamos esa curva natural con mayor capacidad, una nueva normalidad puede funcionar, con una higiene que nos servirá para otras cosas y con más buenas noticias –sí, a ratos vacilantes- sobre fármacos y anuncios de una pronta producción de vacuna, ¿se acerca el momento en que pudiéramos ensayar la inmunidad colectiva? No lo sé de cierto. Quiero ser optimista. Tú y yo podríamos no sobrevivir compa y aun Donald Trump pudiera sucumbir antes del próximo tuit. Pero este bicho ya no va a extinguir a la especie, y quizás le habrá hecho un bien recordándole que tampoco es inmortal, que debe prepararse mejor, cooperar, recordándole que no hay salvación para nadie si no se lucha por salvar a todos, el argumento definitivo, el más convincente, contra el egoísmo y a favor de la solidaridad.
Por lo pronto, es importantísimo abrir, hablemos de una nueva economía, con creatividad y que abordemos una nueva política. Alrededor del mundo, se piensa en instituir cambios primordiales para reducir la desigualdad, pero los observadores reconocen que nosotros más bien estamos amenazados por el aumento de la miseria y asimismo por la deriva autoritaria, cuando los gobiernos aprovechan la crisis sanitaria para legitimar su vocación totalitaria. Que la nueva economía dé prioridad a las actividades productivas que nos aseguren la vida (agua, alimento y medicina) y calidad de vida, seguridad, educación, sanidad. Exijamos una novel democracia de derechos, que garantice a futuro el interés general. Falta mucho.
Empecemos por desvirtuar las maniobras con que, por ejemplo-aprovechando la manera en que el tema de la peste nos consume- un congreso desnaturalizado impone un código penal que refleja sus más perversas intenciones. Aspiremos a renacer de esta postración, como nación verdadera, a saber, de todos, como patria que nutre, protege y respeta a sus hijos. Se puede, claro que se debe ser astuto, desde la inteligencia de la oposición, aliar para asegurar a corto plazo un cambio de régimen. Solo hay que entender con el corazón en la mano que no se puede hacer el cambio cívico a contrapelo de la tradición profunda, de espaldas al pueblo, que hay que reconocer a las mayorías organizadas, deponer personalismos y protagonismos ridículos, aspirar a un futuro, en vez de dejar una mala marca en la historia. Siéntense a hablar quienes tienen voz, lo demás es silencio.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas