Por: Stephany Griffith
Jones, Régis Marodon
José Antonio Ocampo
NUEVA YORK/PARÍS – No existe un precedente histórico para el cierre actual de la mayoría de las actividades económicas “no esenciales” en todo el mundo en respuesta a la pandemia de COVID-19. Los formuladores de políticas tampoco tienen experiencia en diseñar una recuperación sin problemas después de un choque de esta magnitud. Claramente, sin embargo, los gobiernos deben asumir ahora la responsabilidad. Con la desaparición o fuerte contracción de los mercados, el sector público se ha convertido en el salvavidas para millones de personas y empresas en dificultades.
Tanto los países desarrollados como en desarrollo necesitan con urgencia financiamiento anticíclico a gran escala para ayudar a mantener la actividad económica, y especialmente los empleos. Uno de los instrumentos clave que tienen la mayoría de los gobiernos y la comunidad internacional para lograr estos propósitos son los bancos de desarrollo. Estas instituciones pueden aprovechar significativamente los recursos públicos para ayudar a minimizar el declive económico, apoyar la recuperación y financiar la transformación estructural.
Los bancos de desarrollo que operan a escala nacional, regional o global son frecuentemente ignorados, incluso por los especialistas financieros. Pero hay más de 400 de ellos, con activos totales de más de 11 billones de dólares, de acuerdo con las estimaciones de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), lo que equivale a aproximadamente el 70% de los activos del sector bancario estadounidense. Capitalizados por los gobiernos, pero con cofinanciamiento de sus con el sector privado, los bancos de desarrollo prestan 2 billones de dólares cada año, lo que representa el 10% de la inversión mundial anual.
Estas instituciones van desde las más globales (el Banco Mundial) hasta las más locales, y desde el banco de desarrollo nacional más grande (Banco de Desarrollo de China, con 2,4 billones de dólares en activos) hasta prestamistas muy pequeños. Pero comparten un propósito común y pueden ayudar a sentar las bases para un modelo financiero diferente que considere no solo la rentabilidad, sino también el desarrollo equitativo y la mitigación del cambio climático.
De hecho, la razón de ser de los bancos de desarrollo es superar las fallas del mercado, así como financiar transformaciones estructurales que generen una economía más justa y más sostenible. Generalmente dirigen a sus operaciones donde el mercado falla en parte o está ausente, hacia actividades tales como financiar pequeñas empresas, promover la innovación, construir infraestructura, proporcionar viviendas a los pobres y mitigar el cambio climático. Y financian proyectos o sectores concretos con créditos a largo plazo.
Los bancos nacionales de desarrollo tienen mandatos que los distinguen de los bancos puramente comerciales y son, por lo tanto, una “mano visible” que los gobiernos pueden activar para ayudar a mitigar las consecuencias económicas de la crisis del COVID-19. Y los bancos internacionales de desarrollo, que tienen el mandato de financiar proyectos en los países más pobres, pueden canalizar parte de su financiamiento a largo plazo a estas economías, utilizando los recursos proporcionados por los países ricos.
Esto es cierto no solo para los bancos de desarrollo multilaterales, regionales y bilaterales, sino también para las instituciones de financiación del desarrollo dedicadas a apoyar al sector privado. El último grupo incluye a los miembros de la Asociación de Instituciones Europeas de Financiación del Desarrollo, como el banco de desarrollo holandés FMO, el DEG de Alemania y el Proparco de Francia. En particular, los bancos internacionales de desarrollo deberían ampliar rápidamente los préstamos a largo plazo a bancos comerciales locales, que luego pueden prestar a empresas locales.
Si los bancos de desarrollo de todo el mundo aumentaran su actividad en un 20%, podrían movilizar 400 mil millones adicionales de dólares durante solo en este año. Además, debido a que estas instituciones no solo canalizan sus propios fondos, sino que también los recursos privados que apalancan, la cantidad de recursos disponible para la recuperación económica podría al menos duplicarse, lo que implica 800 mil millones de dólares adicionales o más este año.
Con este fin, varios bancos nacionales de desarrollo ya han anunciado iniciativas importantes, como el KfW de Alemania, que está planeando aumentar los préstamos en 100 mil millones de euros (108 mil millones de dólares), y los bancos estatales brasileños se están preparando para impulsar los préstamos en el equivalente al 4% del PIB del país. Bancóldex de Colombia y la AFD de Francia también están trabajando en planes ambiciosos. Estas iniciativas deben ejecutarse de manera rápida y efectiva, y otros países deben tomar medidas similares lo antes posible.
Para los gobiernos que buscan realinear sus bancos nacionales de desarrollo de esta manera, el éxito depende de cumplir con tres condiciones. Primero, estos bancos deben combinar una gobernabilidad transparente, eficiente y responsable con autonomía para la toma de decisiones. En segundo lugar, deben tener una escala suficiente, lo que puede requerir que los gobiernos proporcionen capital adicional. Y, tercero, estas instituciones necesitan instrumentos apropiados que les permitan movilizar suficiente financiamiento privado mientras canalizan sus propios fondos para cumplir con los objetivos de desarrollo.
El COVID-19 ha sumido al mundo en una crisis económica sin precedentes. Pero al aumentar significativamente sus préstamos, los bancos de desarrollo pueden apoyar la actividad económica y el empleo, y ayudar a construir un futuro más equitativo y sostenible.
*Stephany Griffith-Jones es miembro emérito del Instituto de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Sussex y director de mercados financieros de la Iniciativa para el Diálogo de Políticas de la Universidad de Columbia.
*Régis Marodon es Asesor Especial sobre Finanzas Sostenibles en la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD).
*José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia, es un ex-Ministro de Hacienda de Colombia y ex-Subsecretario General de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales. Es autor de Resetting the International Monetary (Non) System y coautor (con Luis Bértola) de El desarrollo económico de América Latina desde la independencia.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas