Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
A mi me entristece la mención no digamos exhibición y condena de cualquiera, no digamos la de mis amigos y parientes, que por lo demás corrobora una tragedia soterrada de la que todos somos testigos aterrados. En todos los países de Centroamérica ha habido en estas últimas tristes décadas del neoliberalismo rampante, presidentes condenados por corrupción en su gobierno, menos en Honduras, ¿porque somos mejores o como dice una periodista gringa, porque aquí la corrupción es el sistema? Por eso, es importante reconocer que los retratos colgados recientemente en esta novel galería de la infamia son de ricos y poderosos damas y caballeros, hace no mucho tiempo intocables, de la alta sociedad, la alta política. La ley tiene que ser funcional y para todos. Y es un consuelo anticipar que muchos más de esa misma calaña van a figurar en estos anales ¿previniendo más descalabros al bien público? Ojalá.
La Congresista Norma Torres tiene razón de estar orgullosa de conseguir que el Departamento de Estado ampliara en una segunda emisión la lista. Que casi duplica los nombres incluidos. Algunas figuras de las nuevamente registradas son relevantes. Pero como ella misma insinúa, falta mucho camino que recorrer…
La mención que les hace el Departamento de Estado no es fundamento para condenar a nadie. Aunque varios de los aludidos ya fueron sentenciados en Nueva York, no queda claro que los cargos que se les probaron allá son crímenes aquí. Pero con toda y la duda, al fin y al cabo, pobres diablos los bandidos malos y los buenos, y también los honestos reducidos a negociar y a vivir entre ellos. Por ahora diputados solo figuran ahí Fredy Nájera, Aurora López y Lena Gutiérrez.
Hay optimistas que creen que ya está resuelto nuestro problema.
Pero no está claro que va a ser definitivo el avance puesto que la andanada de campañas contra los organismos internacionales y las asesorías auxiliares augura que, podría cerrarse la ventana de lucha contra la corrupción que abrieron la Cicig y la Maccih. Aunque EUA ha declarado su apoyo total, no ha podido por ejemplo estorbar que se extinga a la Cicig, sin la cual todo promete volver a su lugar en Guatemala. En donde está a punto de celebrarse una elección general de cuya contienda se eliminó ya por dictum judicial (esa es la moda) a la única figura -en un elenco insólito- determinada a combatir esos delitos. Y está por salir un segundo rector de la Maccih. La justicia, es sabido, es una prerrogativa que el poder usa a su arbitrio, como cuando se espera que muera un imputado antes de declararlo sobreseído. Y la lista de los imputados posibles está siempre abierta.
En cualquier momento pueden poner ahí a cualquiera. No puedo olvidar que a Aníbal Delgado (Dios es bueno y lo tendrá en su gloria) lo acusaron de terrorista y de otras cosas y desvisaron porque diez años atrás había gritado una consigna antiimperialista en una toma de carretera con un garrote en la mano. Como se dice vulgarmente de los manicomios, en esta lista no están todos los que son ni son todos los que están. Supuestamente por no haber aún un fallo, no aparece ahí Tony Hernández. No se menciona tampoco, acaso, porque no han sido condenados Miguel o los diputados que financiaron sus campañas con dinero sucio o desviado de fondos públicos, fomentando invasiones.
Notoriamente no están los caudillos protegidos de la Embajada, No están varios ex presidentes de la República que otorgaron concesiones lesivas al interés público y desviando fondos sobornaron diputados. Brilla por su ausencia una docena de magistrados y otra media de fiscales que encubrieron crímenes de estado. No están los grandes banqueros que lavaron el dinero de la corrupción, los magnates de la industria que defraudaron al fisco y los príncipes del comercio que vendieron cientos de millones sobornando a funcionarios y diputados. Faltan varios alcaldes, conocidos y por conocer. No están los barones de los medios corruptos, ni los directores de órganos que encubrieron o inventaron delitos, inflaron perfiles y chantajearon pusilánimes. Mientras que salen sobrando algunos tinterillos, oficinistas y mandaderos, los peces chicos, dicen en ingles, que solo sirven para hacer bulto y fritura.
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Pero ha quedado a la vista, aun para quienes no estuviéramos mejor informados, la pudrición de las élites, de que tampoco están en absoluto exentas las de otras latitudes. Mi lejano primo Rafael L. Callejas probablemente es culpable de más cosas que haber aceptado sobornos a cambio del ejercicio de sus facultades en FIFA, de lo que también se acusó a A. Hawitt. El Abogado Flores Valeriano documentó una serie de instancias en base a las cuales incluso se le acusó. (Pero a mi me puso una vez, Callejas, una demanda por la calumnia de haber expresado esa sospecha, de cuya consecuencia apenas me salvó con su talento el Abogado Milton Jiménez, mientras se reía de mí Pepe descontando la duda.) E igual consiguió RAFCA todas las cartas de libertad cortesía del golpe de estado al que apoyó y que ha sido el mayor acto de corrupción de nuestro tiempo. O. Kilgore que ahora aparece a su lado fue en su momento la vergüenza de su Partido, según me confesó un Designado presidencial nacionalista, pero alcanzó a llevarme a una bartolina por un fiscal (que se pretendía santo y escuchaba prédicas fundamentalistas en la radio de su vehículo oficial), por el alto crimen de permitir que unos socios sacaran la arena que dejó una inundación en mi potrero, cuando faltaba el permiso municipal que le había negado al enviado para inducirme a ello. Y que era su negocio.
No es cuestión de asumir un farisaísmo mojigato y fingirnos más santos (que fácil) que el otro. No se puede denunciar el problema sistémico dejando por fuera la estructura radical del poder y el subdesarrollo. Olvidando la imposibilidad de conseguir recursos para campañas mediáticas que se exigen a los aspirantes, la dificultad absoluta para conseguir el capital y que aquí nadie puede pagar sus cuentas. No son peores estos que los Kennedy que traficaban whisky durante la Prohibición, y no pudieron haberlo declarado sus impuestos. No es que seamos mas malos los hondureños ni sean más corruptos nuestros narcos que los tratantes de esclavos de quien proviene la aristocracia de la Nueva Inglaterra, los compradores de esclavos en las Plantaciones del Sur, los explotadores de los chinos en California en el siglo XIX. No son más pérfidos estos folklóricos adictos de la Santa Muerte que los traficantes de opio respaldados con armas por los gobiernos de las potencias para que nadie estorbara su mortífero comercio. No hay que sentirse más santo que el vecino, ni más indigno de la gracia del todopoderoso, que no es D. Trump, ni el gobierno de EUA. Hay que pagar la pena y pedir disculpas al país y a los ancestros.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas