La batalla por la justicia

A educarse pues, el estado de la cuestión I

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

 

                                      para Rebeca que no cree

Una verdad descarnada, pero incontrovertible es que la educación en Honduras en un desastre. Algo se ha hecho en los últimos treinta años para remediar los problemas de acceso a primaria, y es meritorio. Hay muchos educadores intachables y millones de párvulos perfectamente dispuestos, Pero hay todavía demasiado niños que no van a la escuela y solo un tercio de los estudiantes que salen de la primaria tienen cupo en un colegio de educación media, porque el gobierno prefiere entrenar y soldados y los OFIS aseguran que la inversión en secundaria no paga. Para resistirse a prestar dinero para la educación media, la banca internacional argumenta que es un gasto de mala calidad y bajo rendimiento, porque no reditúa en un ingreso mejorado. Sin considerar somos se puede mejorar la administración. Y solo una ínfima proporción de los graduados de ese sistema secundario truncado accede a las universidades.

En materia de calidad, estamos peor. Una pequeña élite tiene apenas una formación técnica, provechosa, pero de visión corta. Déjenme resumir la situación calamitosa con un estimado que considerarán grosero pero que solamente es riguroso, Honduras tiene diez millones de habitantes, el doble de los que tenía cuando nací, en 48, pero no hay aquí más que unos dos centenares de hondureños altamente educados, con una formación redondeada y de alta calidad que permita tener visión de largo plazo. Y como no hacen masa crítica, ascienden de estos solamente los que tienen una vocación de poder, que no necesariamente son los mejores.

Otro indicador profundo sin duda más objetivo, inobjetable, serían las bajas calificaciones que reciben nuestros estudiantes en las mediciones internacionales comparativas. Aunque muchas de las pruebas mundiales como el PISA ni siquiera se aplican aquí, en todas las mediciones que se aplican, quedamos en el rango de los peores.

Se ufana mucho por reivindicar la educación universitaria en una propaganda machacona y se reconocen sus esfuerzos, pero tampoco en el nivel superior destacamos. No hay investigación seria en ninguna de los campos o las universidades y menos aún en las privadas que se dan tantas ínfulas. Los buenos investigadores se van o se retiran por falta de condiciones. Pero la investigación es la medida ineludible de calidad de la educación superior, por excelencia. No la modernidad de las facilidades deportivas, ni las alianzas internacionales, ni menos el mercadeo.

A la U llega después de todo una masa estudiantil ya deformada y solamente una minoría de los catedráticos tienen la formación superior que se ocupa para el trabajo creativo de la investigación y su enseñanza práctica. Si no se remedia la formación de la base, no tendrá nunca el sistema un estudiantado que empuje y exija arriba. Hay que empezar abajo.

En el aula predomina el sermón y el dictado, cuyos contenidos se premia al estudiante por repetir, y se castiga por cuestionar. Eso es anti pedagógico, nada puede ser peor. Se despoja a los niños de su creatividad y su imaginación y no se los dota del ánimo ni de los instrumentos lógicos para el análisis, mucho menos del marco para el desarrollo de un pensamiento propio. Nuestra escuela no solo no enseña destrezas de trabajo, sino que, por el valor supersticioso que presta a la letanía, degrada capacidades innatas, evade el sentido de la observación y el espíritu experimental y crítico. No hay concepto de laboratorio. No se entiende que la vida y que el aprendizaje es ensayo y error, ni menos se enseña que el experimento es obligado. La población estudiantil, como consecuencia no dispone de las mínimas destrezas de la lógica que ocupa para orientarse en la solución de problemas. Aprende más afuera. Los padres lo observan.

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Aún muchos técnicos no saben pensar. Cuando a amplios sectores, por ejemplo los conductores de vehículos, les hacen pruebas lógicas, fracasan masiva y lastimosamente. Como consecuencia, el hondureño común,  que pasó primaria, porque la escolaridad promedio no llega a los cinco años, no puede resolver problemas sencillos ni siquiera se dispone a acometerlos,  y como no puede, esconde o evade el problema. Los estudiantes que aun cuando se les proporciona toda la información no pueden resolver problemas lógicos básicos no son más que el 12% en los países de la OCDE pero alcanzan a ser el 50% en México y casi el 60% en Costa Rica. Mucho más rezagada que estos países vecinos, en Honduras el porcentaje podría ser del orden de 80%. Muchas veces son personas de pocas o ninguna letra quienes, por talento natural- y precisamente por haberse aislado de la escuela- conservan su sentido de la lógica y su ánimo y capacidad para resolver.

No es culpa de JOH, vamos. (Fuera JOH) Entre huelgas y tumultos se olvida la historia, pero el origen de esta disfunción es histórico. Ni siquiera se puede culpar únicamente al Partido Nacional y al bipartidismo o incluso a los gobiernos del último siglo, o a la mala política educativa que ha habido aunque todos ellos llevan responsabilidad. La falta de sentido de pedagogía se remonta a una cultura tradicionalista, paternalista, adversa a la genuina enseñanza para generar conocimiento. Y comparten esa responsabilidad la sociedad civil, las iglesias y las corporaciones, los gremios y las asociaciones, todo el entramado de los poderes fácticos. La inoperancia del sistema es el resultado de un rezago casi centenario.

En un mundo cuyo ritmo de desarrollo se ha acelerado vertiginosamente, nuestro país pasó por cambios estructurales profundos de urbanización exponencial y explosión demográfica. Mientras el sistema educativo establecido en los 1920s para una población rural de 1.4 millones de habitantes crecía solamente por agregación. Luego, ese sistema deformado por un régimen de falsa democracia electoral, que veía en el servicio público educativo más bien un aparato de colocación de activistas políticos. El gremio de los maestros fue empujado, como consecuencia a una continua confrontación para asegurar su estabilidad y derecho laboral en un ambiente de desorden sistémico. (Le echan la culpa al maestro que es más bien la víctima, y solo ha procurado sobrevivir en ese desorden) Ya conscientes de ese problema varios ministros (Escoto, Breve) han intentado poner orden al fin y al cabo sin éxito, sujetos a las presiones de los políticos y a la corrupción ya endémica del aparato. Luchar contra la burocracia, como me confesó después de intentarlo Yani Rosenthal es como empujar con el hombro un cerro de gelatina verde. Se trata de una crisis profunda.

Como en tiempo de la colonia española, la escuela pública educa para que el educando sea explotado y la escuela privada educa a la élite llamada a ser instrumento de la hegemonía, encargada de asegurar la sumisión y para exprimir todo el valor que puede a la masa de sus propios conciudadanos en su papel de explotadores insolidarios.

Al final, lo digo con comprensión profunda, igual, histórica del tema, si no remediamos esta calamidad no vamos a tener condiciones para el desarrollo de una patria digna, ni mucho menos para una paz con estabilidad social y vida en libertad, ninguno de nosotros. No solamente los hombres y mujeres de extracción popular, tampoco la clase media ni el segmento dominante.

Y este problema no tiene solución bajo el actual régimen neocolonial ad hoc. Ninguna cantidad de recursos lo remediara por sí. Sin legitimidad, la autoridad no puede plantear la solución y sin confianza y participación, los agentes que deben resolver (los maestros, los administradores y los padres de familia)  no accederán a cooperar. El sistema educativo actual no tiene no tiene solución de continuidad ni evolución posible, como a tantas otras cosas en este país, hay que darle vuelta de calcetín. Pero tampoco es cierto que cualquier revolución sabrá qué hacer con el sistema educativo. Sale JOH y ¿qué hacemos un día después? ¿Cómo tendría que reformarse el sistema educativo del país para beneficio de los educandos y la sociedad? ¿Cómo ponerlo en manos de la comunidad educativa?

  • Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
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