Los caminantes hondureños “invisibles y ocultos” en nuestro país, salieron para sobrevivir y a buscar protección de otros Estados, y nos han obligado a que los miremos
Por: Redacción CRITERIO
Tegucigalpa.- El Instituto Universitario Democracia Paz y Seguridad (IUDPAS), califica la migración forzada como un déficit de democracia, desarrollo y como el resultado de la exclusión y la corrupción.
En un comunicado emitido este lunes ha señalado que la masiva ola migratoria iniciada como una caravana de hondureños desde el sábado 13 de octubre, saliendo de la ciudad de San Pedro Sula, y a la que se han sumado hondureños de otras regiones del país, es una exposición irrefutable de los resultados de la democracia y del modelo de desarrollo impulsado en las últimas cuatro décadas.
Hace un siglo América Central fue una región receptora de inmigrantes, especialmente palestinos, judíos, árabes, sirios y chinos. La emigración forzada comienza los años ochenta, motivados, primero por la guerra civil en Nicaragua, El Salvador y Guatemala; y en la actualidad, por la inseguridad y la exclusión económica traducida a falta de empleo, de oportunidades, de pobreza y de miseria, señala el IUDPAS.
Durante cuatro décadas, quienes han gobernado trabajaron para tener estos resultados. Mediante procesos fraudulentos vendieron bienes del Estado, unos subvaluados y otros llevados a la quiebra de forma intencionada para favorecer a diferentes grupos de poder; de esta forma llevaron a la quiebra a CONADI, y privatizaron o desaparecieron empresas del Estado como CORFINO, COHBANA, IHMA, empresas del rubro del cemento, lácteos, medicamentos… todas dedicadas al desarrollo incluyente.
Y continuaron destruyendo lo que habían legado generaciones anteriores. Terminaron con instituciones creadas el Siglo XIX, como: telégrafos, correos, empresa de energía. Y prosiguieron concesionando aeropuertos, puertos, carreteras, y condonando deudas a deudores morosos del Estado.
Simultáneamente aprobaban un régimen de concesiones y exoneraciones para que algunas empresas de capital nacional e internacional no paguen impuestos, o los impuestos sean simbólicos, como los beneficios dados a los empresarios de las franquicias y a las empresas de la telefonía móvil; complementa esta política una legislación laboral que ha conducido a una precarización del empleo y a la pérdida de derechos de los trabajadores.
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Esta política de concentración de riqueza y de poder, tuvo como contraparte una política asistencialista y clientelar, otorgando bonos, subsidios, y bienes de uso directo a familias de escasos recursos. Ningún gobierno frenó ni cambió el rumbo. Hoy no pueden evadir la responsabilidad histórica, dice el ente universitario.
La corrupción y la impunidad también es responsable de la pobreza y la exclusión. Sobornos, quiebras financieras, tráfico gris, quiebras de los sistemas de previsión social, corrupción en el sistema de salud, y en casi toda institución que lleva a cabo proceso de adquisiciones y compras del Estado donde se erosionan recursos, han profundizado las diferencias económicas y sociales. La impunidad ha fomentado la corrupción, y todavía no hay certeza que el sistema de justicia sancione a los judicializados de casos recientes de corrupción.
El drama y la tragedia que estamos observando con la migración forzada, no es motivo de orgullo para ningún hondureño. Y Honduras entera, debe, con absoluta honradez y compromiso revisar lo que se ha hecho mal, y rectificar, tomar decisiones que dignifiquen a estos hondureños, que han optado por el riesgo y la incertidumbre, lanzándose a las carreteras a pedir ayuda para sobrevivir en un camino lleno de riesgos, apunta el IUDPAS.
Honduras debe eliminar el régimen de privilegios que han creado diferentes gobiernos, y que han sido disfrutados por décadas, incluyendo aquellos que han logrado ciertas profesiones, que no pagan impuestos, que tienen la posibilidad de hasta tres empleos del Estado, cuando hay hondureños que no pueden lograr ni uno tan solo.
Los caminantes hondureños “invisibles y ocultos” en nuestro país, salieron para sobrevivir, a buscar protección de otros Estados, y nos han obligado a que los miremos. Es hora de verlos con respeto y con sus derechos. Y quizá, ojalá, sin proponérselo, pueden estar obligando a que se cambie el rumbo del país.
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