Por: Tomas Andino Mencía
Desde ayer el Pueblo esta frente al dilema de si apoyar o no el paro del transporte, ya que en el pasado este sector empresarial siempre ha jugado a beneficiar únicamente sus intereses y no los de la población en general. Pero tengo razones para creer que hay una diferencia entre anteriores coyunturas y la actual.
Empiezo por decir que el tema del precio del combustible es muy sensible para el gobierno pues junto a las remesas y los ingresos por el café, son tres rubros que tienen la capacidad de desestabilizar las reservas internacionales y por tanto la estabilidad de la moneda. Son las tres gallinas de los huevos de oro del régimen, con la diferencia de que, en el caso del petróleo, el gobierno fija los precios en base a una formula, hecha a su medida y de las transnacionales, y no lo regula en base a la oferta y la demanda, así que puede especular con el precio y disponer de multimillonarios recursos a su antojo.
Pero esa tendencia es cada vez menos sostenible por dos razones: La primera es que ahora se importa menos hidrocarburos que antes, tanto por la progresiva sustitución de la matriz generadora de energía eléctrica, ahora basada en generación hidroeléctrica y eólica (este año se importó 1 millón de barriles menos que en el mismo periodo de 2017) como porque el precio a nivel internacional se ha incrementado (el costo de las importaciones de hidrocarburos aumento un 9%); por tanto, se ve obligado a incrementar el precio del combustible para mantener el mismo margen de ingresos fiscales. La segunda razón es porque estas alzas chocan con los intereses de los empresarios del transporte, un sector que ha sido su tradicional aliado, pues estos ven disminuir sus ganancias porque compran más caro el combustible.
Así las cosas, los transportistas tienen dos opciones: La primera es solicitar el incremento de las tarifas o la liberación del precio a la oferta y la demanda, lo que supondría un golpe durísimo a la economía popular, pero también a ellos mismos, porque el rubro del transporte impacta en todas las mercancías, que ellos también consumen; lo cual los llevaría a echarse el Pueblo encima. La otra opción es demandar al gobierno que sacrifique sus ganancias y las de las transnacionales, para mantener el precio del combustible y no tener que incrementar la inflación. El hecho de que hayan optado por la segunda opción es un indicio importante de que JOH está teniendo dificultades para sostener la alianza con este sector de clase media. Eso explica por qué en esta ocasión gobierno y transportistas han tenido más dificultad en concertar intereses pues estos son cada vez más contradictorios.
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Por eso considero estratégico que la Resistencia nos sumemos a la lucha de los transportistas, ya que de triunfar el Pueblo se vería beneficiado con una disminución de la inflación, y por otro lado, porque minaríamos una de las principales fuentes de enriquecimiento ilícito que tiene el corrupto régimen de JOH.
Si no hacemos nuestro este movimiento a la larga los transportistas encontraran una manera de trasladarnos esos incrementos a nosotros y habremos perdido otra oportunidad de debilitar esta dictadura oprobiosa.
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Un comentario
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