Por: Víctor Meza
redaccion@criterio.hn
Tegucigalpa.-Jugar con los números, especular con ellos, construir, reconstruir o destruir utilizando los números, puede ser un juego tentador, puesto en práctica con demasiada frecuencia por los analistas y expertos de toda laya que utilizan las cifras para elaborar porcentajes y medir, según ellos, las tendencias electorales de la población. Con ocasión de las recientes elecciones internas y primarias que llevaron a cabo tres partidos políticos, hemos tenido la oportunidad de comprobar, una vez más, el juego alocado de las cifras y la construcción arbitraria de porcentajes y “hallazgos” en las estadísticas manipuladas y en las encuestas pactadas.
Divierte ver las mil y una piruetas semánticas que ciertos analistas hacen para acomodar las cifras y las estadísticas en general, de acuerdo con sus simpatías o antipatías políticas y en base a sus conclusiones previamente elaboradas. Es conocida la historia aquella del analista a quien los ladrones le saquearon su oficina y, al declarar ante la policía y enumerar los objetos robados, el vigilante de turno, hombre ingenuo si los hay, lamentó que hubieran saqueado la caja fuerte en donde el único objeto de valor eran los resultados numéricos de las próximas elecciones… ¡Vaya que era previsor el hombre!
Divierte menos comprobar la forma un tanto ingenua, y a veces simplemente cínica, con la que algunos expertos en temas electorales juegan con cifras que, lo saben muy bien, son falsas o están infladas artificialmente para simular una fuerza electoral que sus manipuladores no tienen pero sueñan tener. Muchos de los actuales dirigentes políticos avalan estas prácticas de manipulación estadística y las promueven. El Tribunal Supremo Electoral las tolera o fomenta y no se atreve a denunciarlas y mucho menos a castigarlas. Y así, navegando entre la tolerancia cómplice y la voluntad fraudulenta, el manejo arbitrario y trucado de las cifras, termina convirtiéndose en una maniobra habitual, permitida por los partidos políticos y, lo peor de todo, aceptada o tolerada sumisamente por la gente. Todo ello conduce a una opinión pública distorsionada y desinformada o malinformada que, para los efectos prácticos, viene siendo lo mismo.
Pero lo realmente inaceptable es que ciertos analistas y comentaristas de escaso rigor y cuestionable ética, utilicen las cifras falsamente acomodadas para presentarnos sus sesudos “análisis” y convencernos de la certeza de sus hallazgos y conclusiones. Saben muy bien que los números han sido artificialmente colocados para producir sumas asombrosas de votos. Conocen el método y, lejos de cuestionarlo, lo utilizan y hasta reproducen o perfeccionan. De esa forma se desinforma a la población, se le manipulan sus percepciones y, al final, se genera un falso conocimiento de la realidad. Pero, paradoja de paradojas, también engañan a su propia militancia partidaria, generando un falso sentimiento de triunfalismo o de prepotencia institucional.
En esta fauna de sabelotodos hay de todo. Desde los presentadores de televisión que se han vuelto comentaristas políticos hasta los locutores radiales que promueven sondeos artesanales y nos dicen que son encuestas. Todos forman parte del laberinto falsificado y falsificador de las cifras y porcentajes electorales. Al final, la manipulación llega al límite y genera sospecha y desconfianza entre los más ilustrados y acuciosos o entre los menos atolondrados. Las firmas encuestadoras, con las pocas, poquísimas, excepciones ya conocidas, acaban perdiendo toda credibilidad, reconvertidas en oficinas de regateo y oferta ante el mejor postor. Hubo uno de esos profesionales de la falsedad que hasta exigía pasaporte diplomático para él y su amante a cambio de unos puntos más y otros puntos menos, debidamente distribuidos entre los financistas de la encuesta y sus adversarios políticos. Y el presidente de entonces urgía al pobre Canciller para que diera satisfacción a la voracidad documental del encuestador foráneo…
El tonto cuando se calla parece sabio, dice el refrán popular. Bien harían muchos de esos analistas y comentaristas electorales en guardar algo más que un minuto de silencio por la verdad ofendida, y reservarse sus análisis y conclusiones para el día en que podamos volver a confiar en la certeza de los números y la objetividad de los porcentajes. Día vendrá en que todo será distinto. Así lo espera la patria…dicen los funcionarios públicos al juramentarse como tales…
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Appreciate this post. Let me try it out.
Tiene toda la razon, no hay encuestas, cuestionadas o manipuladas, para desconsentar a la gente que no hace un auto análisis de tiempos y ocasión y de sumas y restas para uno y otro lado, solo hipótesis que realmente no se sabe