Por: César Ulloa/Latinoamérica21
El próximo 13 de abril Ecuador volverá a las urnas para elegir un binomio presidencial entre dos propuestas contrapuestas: el socialismo del siglo XXI representado por Luisa González, de la Revolución Ciudadana y heredera del expresidente Rafael Correa, versus el partido de derecha Acción Democrática Nacional (ADN), liderado por Daniel Noboa Azín, hijo del multimillonario bananero y excandidato a la presidencia Álvaro Noboa. Es la primera vez en la historia republicana que hay un resultado tan estrecho en primera vuelta: 44,16% para Noboa y 43,99% para González.
Si bien es la primera vez desde el año 2007 que la Revolución Ciudadana irá a segunda vuelta sin partir en primer lugar, superó su techo de votación, y eso la ubica en un momento distinto en su desempeño electoral. Por su parte, el presidente y candidato Noboa ha logrado mantenerse como preferencia electoral pese a un año de administración caracterizado por problemas de todo tipo, pero principalmente de inseguridad, violencia y desempleo. Enero fue el mes de más muertes violentas. Se reportaron 750, lo que representa un 45,04% más que en el mismo periodo de 2024.
Las dos candidaturas dibujan un clivaje regional en la votación. La región Costa favorece históricamente al partido de Rafael Correa, la Sierra ha votado por alguien que represente el anticorreísmo y el Oriente está dividido. Los dos finalistas buscan acercamientos con Leonidas Iza, líder del movimiento indígena que obtuvo el 5,3% en estas elecciones, es decir, 525.885 votos, una cifra nada despreciable para desempatar la segunda vuelta, pese a que en Ecuador el voto no es transferible. A excepción de Andrea González, que obtuvo un 2,7%, los demás candidatos no llegaron ni al 1% de votación.
Como antecedente, cabe mencionar que Leonidas Iza ha sido el protagonista de las manifestaciones con más densidad del país, tanto en octubre de 2019 como en junio de 2022. Su capital político simboliza la resistencia al capitalismo, la lucha contra los multilaterales de crédito, la defensa del medio ambiente, el cobro a los deudores de los impuestos y la promoción de la economía popular y solidaria. En primera instancia, estas tesis no concuerdan con ninguno de los dos candidatos, de ahí que las conversaciones que pudieran surgir con este líder indígena serán de alta complejidad.
La segunda vuelta pondrá en confrontación dos tesis distintas en varias materias. En las relaciones exteriores se enfrentan el integracionismo latinoamericano y la cercanía con los gobiernos autodenominados progresistas de la región, por parte de Luisa González, versus la cercanía del gobierno con Donald Trump por parte de Noboa. En economía se oponen en el papel central del Estado en materia de regulación y control frente a una propuesta de alianzas público-privadas por parte del presidente. En seguridad, la mano dura de Noboa versus una idea de combate al crimen organizado con políticas sociales.
Los principales ejes del discurso de Noboa han sido la lucha contra el crimen organizado y la vieja política, encarnada, según su narrativa, en los partidos y líderes tradicionales, mientras que Luisa González ha enfocado su propuesta en un proyecto social con grandes dosis de evocación al gobierno del expresidente Correa. Pese al posicionamiento de estas dos perspectivas, se avizora un giro de mensajes en los dos candidatos porque a ninguno le alcanzó los votos para hacerse con la presidencia en la primera vuelta. Además, han dicho que reforzarán el trabajo en las localidades de manera presencial en complemento con la inversión que hagan sus equipos en las redes sociales.
Una de las expectativas de los candidatos es movilizar a la mayor parte de la población para que concurra a las urnas en la segunda vuelta, considerando un ausentismo del 17%, sin perder de vista el porcentaje de voto nulo (6,7%) y el voto en blanco (2,6%), según los datos del Consejo Nacional Electoral. En la opinión pública, la campaña electoral opaca lo que sucede en la Asamblea a dos meses de que termine su mandato, así como en las otras funciones del Estado. El sector privado y la sociedad civil también miran con expectativa qué escenario viene con la victoria de cualquier candidato.
La gobernabilidad para los siguientes cuatro años estará condicionada por la relación entre el ejecutivo y la Asamblea Nacional. Es la primera vez desde la transición a la democracia (1979) que habrá un predominio de dos fuerzas políticas, pese a que ninguna logra mayoría absoluta ni calificada de un total de 151 curules. Quien gane la presidencia tendrá un mayor margen de maniobra para lograr acuerdos con los legisladores de otros partidos y de los independientes para hacerse con la mayoría para la aprobación y reforma de leyes sustantivas en temas de reforma del Estado, generación de empleo y combate al narcotráfico.
Los retos son enormes para quien gane las elecciones: inseguridad, desempleo y lucha contra la corrupción y la impunidad. En este último aspecto, Ecuador se ubica en el puesto 121 de 180 países, al igual que Angola y Kenia, según el último ranking de Transparencia Internacional. Así, cae dos puntos en relación con el año anterior, además de que este problema ya está entre las cuatro principales preocupaciones, según las encuestas nacionales en los dos últimos años.
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