Por: Irma Becerra
La política posee una función social de reunir, enfocar y enfilar la multiplicidad de los diversos intereses externos de y en una sociedad, hacia el cumplimiento y el predominio de la capacidad interna de asimilar el Bien Común o el “interés general”.
Esa unidad entre la condición interior del ser humano o el individuo social con su manifestación exterior exteriorizada en el debate político debe realizarse de forma tal, que se incluyan y respeten los derechos de todos, especialmente de las minorías étnicas, culturales, de género, políticas, etc., mientras estas no atenten contra ese mismo interés general actualizado condicionalmente en mutua tolerancia, respeto y democracia pluralista participativa.
Mientras la política no fomente la unión entre la condición interior del “yo” consciente con sus manifestaciones externas autocontroladas y autodirigidas, no está cumpliendo con su función social y puede desnaturalizarse en expresiones extremas de violencia e impunidad antisociales. Y eso, no importe el sistema socioeconómico o el gobierno de que se trate, si es capitalista neoliberal o socialista democrático. La unidad entre la conciencia espiritual interior con la expresión externa de dicha conciencia en la voluntad de crear libertad positiva es condición sine quanon de la función de la política como el arte y la ciencia de armonizar la sociedad hacia el bienestar común de todos sus integrantes.
En este sentido, la política es el producto y el resultado de una dialéctica entre fines y medios sociales, en los que siempre prevalece el fin último de la persona humana como objetivo máximo de su actividad por encima de cualesquiera que sean sus medios.
La principal función social de la política es, así vista, garantizar que los diversos intereses de los individuos, grupos, familias, clases sociales, partidos políticos, etc., no se queden estancados en unas expresiones externas desprovistas de conciencia interior, valores y principios morales y voluntad de servicio público, y, por tanto, puedan ser manipuladas para denigrar y oprimir la dignidad humana o para mantener, de ese modo externo y unilateral a la sociedad sometida y sumida en una falta de universalización espiritualizada y consciente, debido a que prevalecen intereses egoístas y particularistas de funcionarios públicos que no desean su evolución, progreso y desarrollo hacia mejor.
Cuando los intereses particulares son vistos como simples medios o instrumentos de grupos egoístas y partidistas e individuos inconscientes, irresponsables e insensibles se pierde de vista el fin social, porque se excluye su capacidad de universalizarse en sentido del bienestar global de la sociedad vista y entendida como totalidad de los mejores intereses garantizados por la autorregulación y el autocontrol interno.
El fin primario de la función social de la política es garantizar la cohesión y la estabilidad de la sociedad a través del ejercicio de competencias espirituales respecto a los diversos intereses, ello, para captar la esfera interna del alma humana en un sentido de ser actividad humana asociada para beneficiar a toda la comunidad y no solamente a unos pocos porque el espíritu es actividad que comparte en común el interés particular del individuo por su propio desarrollo.
Desde esta perspectiva espiritual comunitaria, podemos resumir la función social de la política como capacidad interna consciente, reflexiva y crítica de la administración de la gobernanza de los intereses diversos en mutuo acercamiento, en los siguientes aspectos:
- Conocer bien a la sociedad en sus intereses globales y comunitarios desde cada expresión interna de sus particularidades.
- Elevar, preferir y anteponer dichos intereses universales comunes a las intenciones particularistas externas que dividen y polarizan la sociedad y la someten al retroceso histórico.
- Universalizar los intereses particulares concebidos y pensados desde la conciencia interior si estos expresan necesidades justas que no atentan contra el Bien Común y la voluntad general de la comunidad.
- Vincular la acción social del Derecho con la regulación igualmente social del Estado y el gobierno hacia la función del servicio público que garantiza la justicia verdadera en la comunidad.
- Cohesionar y reunificar los diversos grupos sociales para poder cumplir con los proyectos políticos de mejoramiento de la comunidad, desde la motivación interna consciente de sus promotores.
- Motivar a los ciudadanos al cumplimiento de sus deberes civiles y políticos ejercidos espiritualmente, asegurando el respecto irrestricto de sus derechos.
- Asegurar y fortalecer relaciones sociales lícitas como potencial de asociación reflexivo-constructiva de los ciudadanos en aras de la defensa de su seguridad, la paz, la justicia social, el combate a la corrupción, la impunidad y el nepotismo como formas determinantes del abuso de poder.
Ahora bien, ¿qué es conocer a la sociedad y cuándo se conoce realmente una sociedad determinada?
Pues, es tratar a todas las personas como entes potencialmente conscientes que pueden crecer y madurar y tomar decisiones cada vez mejores al elegir y aprovechar las oportunidades que se les presenten sin agredir, extorsionar o irrespetar a las demás personas.
Por eso conocer a una sociedad no significa engañarla o manipularla para influenciar su elección del voto. La política es el conocimiento consciente interiormente analizado y reflexionado de llevar a cabo una elección ciudadana madura posibilitada por los mismos gobiernos y los funcionarios públicos, los cuales están obligados a aceptar dichas elecciones mientras el discurso político no incite al odio, el racismo, la xenofobia, la discriminación o todo lo que dañe el Bien Común y a la persona humana.
Conocer a una sociedad no es maniobrarla instrumentalmente en sentido táctico, ni intentar controlarla con el monopolio de la violencia de un Estado meramente represivo, sino saber que las malas e incorrectas decisiones y regulaciones políticas de un gobierno causarán un malestar irremediable en la población a su cargo, lo que llevará a que dicha población se rebele o ejerza la desobediencia civil justificada.
Conocer y querer a una sociedad no es solo saber acerca de sus creencias, costumbres, mitos y tradiciones, sino ayudar a sus integrantes a encarar el presente con voluntad constructiva con el objeto de edificar procesos sociales que lo trasciendan para que las personas puedan adoptar mejores decisiones desde todos los aspectos y sentidos de sus vidas, con la finalidad de que siempre quede sitio para el pensamiento. Esto, porque como dice el político chileno Eduardo Frei Montalva: “Las multitudes nunca se han movido por la negación defensiva, sin por lo positivo de una afirmación” (Frei Montalva, Política y Espíritu, Santiago de Chile: Ediciones Ercilla,1940, pág. 199).
Y, finalmente, ¿cuándo se conoce a una sociedad y se llega a conocerla verdaderamente? Cuando la política cumple la función social de respetar la verdad, y cuando respeta y admira la capacidad espiritual ciudadana de conducir la inteligencia de sus mejores representantes hacia el autoconocimiento de la responsabilidad individual basada en la confianza mutua por llegar a cumplir la defensa legítima y legal de la verdad entendida como adecuación entre lo que se dice con lo que se hace.
Y, cuando no se olvida por eso que los pueblos son impredecibles y poseen un derecho constitucional a la insurrección espiritual que les hace sacudirse siempre los yugos de tiranos incapaces y autoritarios, en todos los tiempos de la interiorización de la historia como defensa asimilada de la libertad con verdad conscientemente concebida y argumentada.
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Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” Ver todas las entradas