La batalla por la justicia

La trama de la pastorela golpista, en defensa del pueblo y de la democracia

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

Hay torpeza, confusiones y excesos en el manejo de los conflictos por parte de la autoridad; y nadie puede coartar los derechos inalienables: la libertad personal para hacer lo que no dañe a terceros, y no infrinja ley explícita, y en una civilización cristiana, además, el sacrosanto derecho a la vida y a la inviolable dignidad e integridad de todos. (Claramente, no defiendo una verdad oficial.) Los histriones y los provocadores también.  Tampoco una sociedad justa puede atropellar la propiedad legal, ¿a cuenta de que? Y la democracia debe respetar igual a la minoría y a los individuos. Pero en una sociedad democrática, el pueblo es el primer derechohabiente político, y determina el foro público por mayoría.  El problema es que como dice (1863) A. Lincoln, democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y no somos una sociedad democrática (Habría que aprender a serlo.) Por eso hay que educarlo. 

Nunca fuimos tal (con parcial excepción de Costa Rica) salvo por breves momentos. No eran democráticos los cacicazgos ni menos, los reinos antiguos mayas y lencas, no digamos la sociedad de la conquista con esclavización del vencido, ni la centenaria colonización hispánica, con privilegio, encomienda y castas. No fue democrática la primera Independencia que se declaró por temor de que la declarase el pueblo, ni la definitiva, que desembocó en otro régimen de medio siglo, de castas y luego vino la sucesión de dictaduras variopintas, de 1870 a 1920.

Luego de brevísima primavera democrática de 1918 a 1921, se restituyeron los regímenes autocráticos que, en los 1930s, con el apoyo de los EUA, derivaron en dictaduras sangrientas; y, pese a una segunda primavera democrática de 1944 a 1954, en casi todos los países del istmo, se sofocó ese impulso en frío, antes de 1964. Las revoluciones de fines de los setentas plantearon otra vez la democracia, y luego de la Paz de 1987, se hizo un nuevo intento de convivencia. Pero no prevaleció, y aquí aún hay una pugna sin resolver, entre quienes defendemos el derecho del pueblo a gobernarse según el interés general, y quienes permanentemente conspiran para suplantarlo, invocando representaciones espurias y leyes impuestas, para servir como rayo paralizador.

Los locos no siempre parecen locos y quienes parecen, no siempre lo son. Los actuales conspiradores en Honduras (los mismos de entonces) alegan contra Mel que es paranoico, y puede ser, ciertamente hay indicios. Pero si fuera cierto, también los paranoicos tienen enemigos verdaderos. En 2009, cuando había fracasado el modelo impuesto dos décadas atrás para resolver los problemas estructurales de inversión y empleo, con un estado concesionario… bajo el liderazgo de Manuel Zelaya en el gobierno, se generó un movimiento popular que impulsó una nueva democratización: para fundar un pacto social sobre el consenso de una constituyente, y para ese propósito consultar al pueblo, colocando una cuarta urna, en las elecciones generales de noviembre. No se pudo. ¡Era muy peligroso! El huevo del Basilisco. ¿Quién teme tanto al pueblo?

¡Debía ser destruido antes que lo empollara el sapo! Previo una campaña propagandística masiva, de guerra psicológica, con auspicio de la derecha internacional y el apoyo de los medios, las iglesias, en ocasión de celebrarse la consulta popular no vinculante sobre esa inquietud, se produjo en junio 2009 un golpe violento. Empezó con la expulsión forzada del presidente, atropello físico de varios ministros (por cooperar en la consulta), y con la represión de las manifestaciones masivas exigiendo el retorno a la legalidad y del gobernante electo. ¡Golpearon a la gente en la calle, los chafas violaron mujeres en las mazmorras, asesinaron en nombre de la democracia, durante meses! Y otra vez después.

Quedó así evidenciada la contradicción principal que sigue -y seguirá siendo por largos años- la que articula, el acontecer nacional y el misterio trágico que se busca escenificar de nuevo cada vez, contra cualquier intento de cambio. La narrativa opositora manipula, apela al perdón y olvido, sin pedir disculpa, al borrón y cuenta nueva, como si fuéramos hermanos, y alega que ya hay que superar el pasado, dejando de hablar de él. Pero ¡es un tema histórico!

No hablemos más, porque les cansa, de lo que pasó en los siguientes doce años. No fingieron ser democráticas las políticas, ni las elecciones tres veces fraudulentas, con que, según Mr. Garland, fiscal general de EUA se usurpó y privatizó el poder público, por parte de dizque empresarios y políticos corruptos, mayormente del PN, con aval del policía mundial de la democracia, ya se sabe. Solo recordemos que, en noviembre del 21, por fin se dieron las condiciones para que fracasara en el nivel presidencial el nuevo fraude; y se eligió el actual gobierno, el primero de izquierda, de un partido popular en la historia del país, que propone un gobierno del pueblo, con muchachos, que no tenían antes oportunidades y entonces los expertos protestan … que inexpertos, ineptos y desconocidos ¡porque no les sirven a sus fines y no salían antes en las páginas sociales! Surgió un gobierno para el pueblo, orientado a las necesidades y anhelos del pueblo y no a las ganancias de los magnates, y un gobierno en que el pueblo debe jugar un papel activo, como compañero y protagonista, sin dejar vacíos a la manipulación. ¿Habría que acostumbrarse al cambio?

Pero desde antes de que asumiera el poder la nueva presidenta, se reemprendió la campaña contra su gabinete, para estorbar cualquier cambio, para arrinconarla cuando intentara enfrentar las presiones, las estafas construidas dentro de la administración pública, para liberar al estado secuestrado por los intereses creados y las clicas de clase.  Conspiró para instalar en el poder Legislativo, primero del Estado, una directiva corrupta y traidora, que la presidenta atajó; y año y medio después, cuando han logrado desarticular la alianza con Nasralla, lloran por Taiwán y por la reforma fiscal, obstaculizan el recurso al financiamiento no condicionado, sabotean la elección del mejor fiscal con leguleyadas y cábalas. ¿Tú Carlos, otra vez?  Pero ¡no logran desprestigiar al Partido del pueblo con su base!

Molestos, los señores conspiran con sus aliados de siempre, los reservistas que detuvieron la invasión de Hugo Chávez. ¿Viera? La especialista en los juegos de palabras es Gabriela Castellanos, que sí denunció raterías del anterior gobierno, cuando ya apestaban, pero nunca dijo que JOH era jefe de un cartel de narcotraficantes. Ni ahora ¡pero acusa a la presidenta Castro de corrupta, porque hace año y medio nombró ¡asesor a su marido!¡secretario Personal al hijo! y ¡ministro de Defensa, a un sobrino! ¿¡Xiomara es igual que JOH!? Libre igual que el PN-PL. ¡Nos amagan con una dictadura! Honduras se pierde, hay que salvarla. Se autoexilia, sin mojarse y anda feliz.

Pero le ordenan regresar, para que abandere una lucha redentorista, la cara casi nueva, para el poster, enmarcada con dos rayitas blancas. A la batalla por la democracia, por la luz, para rescatar el país, contra la represión de LIBRE y de paso, retomar la lucha contra la corrupción, pero callando que los solicitados en extradición son sus adláteres. Y cuando el Partido de gobierno llama a movilizarse frente a la amenaza, lo acusa de ser antidemocrático, y pontifica: ¡a LIBRE y a Xiomara ya no les toca manifestarse… su tiempo en la calle ya pasó; siendo gobierno, no pueden ser pueblo y el pueblo ¿no puede respaldar al gobierno, aunque sea el suyo, amenazado.

Asiste como abanderada de los derechos, en su apoyo, la tía Julieta a defender a Gabriela, porque ya no puede defender a los estudiantes que encarceló y los líderes sindicalistas asesinados bajo su guardia, como Héctor Martínez M. Sientan a su diestra a otros grandes amigos y tarifados de JOH a hablar de democracia.  Y se convoca a los de siempre, al aquelarre para exigir ¡oh paradoja! la CICIH heredera de la MACIH (que ellos mismos expulsaron), que el gobierno fue a solicitar, y que no se ha podido instalar porque la ONU exige medidas que solo se pueden tomar por mayoría calificada en la cámara, y no querrán ratificarlas sus víctimas predecibles ¿pero se nos culpará a nosotros, Carlos?

Y según los dramaturgos de la pastorela, la obligación del gobierno democrático es ¡renunciar al apoyo del pueblo! O mejor, impedir que se mueva; amarrar al pueblo para que ellos puedan organizar la impostura de ser ellos el pueblo, y ocupar sus espacios, vestidos con camiseta blanca, posesionados de sus dogmas, mitos y retóricas, apoderados de los símbolos de la trasparente patraña, que representa al conquistador como héroe y santo, al resistente como diablo.

Para el partido popular en cambio, el pueblo debe ser libre y movilizarse permanentemente, defender a su gobierno y mantenerlo fiel al norte y meta de cambiar las cosas; debe rescatar para ese fin el espacio público en que logró prevalecer y del que otra vez busca apropiarse el impostor. El pueblo tiene que saber dónde está, tomar conciencia clara de su dilema y de su papel histórico. Convocarse de manera continua porque la conspiración es permanente y entender que, cuando ya no llegue el convocado, entonces habrá perdido. Puede suceder claro, pero antes no; si se disipa el efecto levadura, la conciencia clara de quien defiende y quien es el enemigo de la democracia disfrazado. Si se olvida la historia y nos tragamos el cuento de la trama golpista, la pastorela de Gabriela.

Compartir 👍

Podría interesarte