Por: Roger Marín Neda
Entre líneas
Corrían años de la Guerra Fría cuando mi maestro don Miguel Navarro Castro me dijo que “es un gran peligro que el poder político y atómico esté concentrado en dos potencias enemigas, Estados Unidos y la Unión Soviética. Si China desarrolla su bomba atómica, habrá menos miedo, porque los tres evitarán el desequilibrio. Le invitaré a brindar con champaña el día que China tenga su bomba atómica”. No dio más explicaciones.
“Esperaba su llamada”, me dijo años después, cuando le llamé para informarle. Se adelantó: “China ya probó su bomba, le espero el domingo, ya tengo la champaña”.
Con el brindis llegó una entusiasta explicación. “Espero que surjan otras potencias nucleares, como India, Europa, Brasil. China es ya un comienzo, el riesgo quedará equilibrado entre diversas naciones”.
Como previó don Miguel, China ajustó su sistema, y su comercio es hoy tan grande y global, tal su riqueza y tecnología, que las relaciones diplomáticas con ese país son inevitables. Honduras decidió a su mejor conveniencia. Entonces, ¿Por qué ha habido una reacción tan negativa, en algunos casos hostil, de cierta prensa interna y externa?
Todo acierto necesita momento y oportunidad, ausentes cuando la crisis mundial y la guerra enfrentan a Estados Unidos con China, nada menos que por Taiwán. No se trata del qué, sino del cuándo y del cómo.
La crítica internacional de alguna prensa denuncia a Honduras como Estado populista, junto a Maduro y Ortega; como violador de derechos humanos, de la libertad de prensa, y represivo carcelero de la delincuencia. Vinieron instituciones internacionales. Se insinúa que la decisión ha arrimado al país al conflicto del mar de China. El acierto ha tomado matices de acertijo: ¿Qué ocurrirá?
Depende de qué esperamos de la nueva relación y qué daremos a cambio. No será gratis. Esa tarea no es tan fácil como tender la mano para saludar y pedir. Honduras nunca ha tenido política exterior, porque tampoco ha tenido política interior que reflejar en la escena mundial.
Tal indefinición ha dañado siempre las relaciones exteriores, en particular con Estados Unidos, que no es una variable diplomática, sino una constante geográfica, política y económica, para siempre.
¿Ha establecido ya el gobierno sus propósitos y medios específicos para una relación productiva con China, de mutuo beneficio y respeto? China no regala, ni reparte desarrollo de bajo costo a los países pobres, ingenua esperanza que proviene más de extravíos ideológicos que de los propósitos de la política exterior china, representación de su política interior.
Las respuestas a dos preguntas cruciales podrían evitar que la nueva relación se convierta también en acertijo. ¿Qué busca China para su futuro? ¿Cómo logró superar la pobreza y el retraso en dos generaciones?
La primera respuesta debería aclarar qué busca en Honduras. La segunda se refiere a cómo reconstruyó su economía y su comercio exterior con la participación de todos los sectores, incluida la inversión privada, en una política económica de mercado, similar a la de los países capitalistas, sin abandonar su doctrina ideológica.
El retraso y la pobreza chinos anteriores a su transformación, eran parecidos a los nuestros. Hay similitudes culturales en la sustancia del tema, comunes en todas las economías agrícolas con poblaciones y culturas campesinas. Y hay un nombre que puede ayudarnos a identificar las reformas convenientes, sin comprometer los valores que consideremos más nuestros: Deng Xiaoping, líder chino que descubrió cómo la cultura tradicional puede obstaculizar el desarrollo, y cómo es factible convertirla en factor de progreso, sin abandonar las verdades que cada pueblo ha construido en su historia. Si queremos que el acierto resuelva el acertijo, debemos conocer ese camino, para encontrar el nuestro. Acierto y acertijo quedarían así justificados.
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