Migrantes del mar, el sol y la lluvia

El pueblo que expulsa agricultores

San Francisco Menéndez, uno de los tres distritos más afectados por la migración climática en El Salvador, está perdiendo agricultores. Muchos de ellos están abandonando la agricultura como medio de subsistencia y están migrando dentro o fuera del país. Una asociación de productores del distrito empezó su proceso de disolución, porque sus miembros reportan demasiadas pérdidas y falta de acompañamiento ante los cambios extremos del clima.

Texto: Jessica Ávalos

Fotos: Natalia Alberto

 

Sonia María Ayala, de 59 años, perdió sus cultivos en 2024. En junio, cuando El Salvador registró el mes más lluvioso desde 1970, la lluvia ahogó el maíz que había sembrado días antes. Ella, como los agricultores de las 130 familias del caserío Zanjón El Chino, en San Francisco Menéndez, perdió sus cultivos de maíz en junio de 2024. Pero los daños no terminaron allí. Habían pasado apenas cinco meses de ese diluvio, cuando a esos mismos agricultores se les dañaron sus sembradíos de frijol.

 

Lo que pasó en Zanjón El Chino le pasó a todo San Francisco Menéndez, un distrito con 45 mil habitantes. Agricultores de esa localidad, en el occidente salvadoreño, dicen estar desertando porque la agricultura ya no es un medio de subsistencia por los eventos climáticos extremos, como lluvias irregulares, olas de calor o sequías. Una asociación de agricultores de la zona optó por disolverse porque solo reportaban pérdidas. La salida que han encontrado, según algunos de los afectados, es migrar: algunos fuera del país y otros se están desplazando internamente a trabajar en construcción o en restaurantes.

 

"Tuvimos pérdida total de frijol el año pasado porque no llovió cuando vino la época de floración. No nos están ayudando y la gente mejor se va", afirma Wilfredo Borja, un agricultor de 48 años del caserío El Talpetate. Según él, por lo menos 20 agricultores de la zona baja de San Francisco Menéndez se desplazaron a la frontera con Guatemala a trabajar en la construcción del puente Arce. Según él, otros, como uno de sus hermanos, migraron a la capital a trabajar en restaurantes.

 

 

Terreno contiguo al sector de mangle en Zanjón El Chino, San Francisco Menéndez, Ahuachapán.

 

Factum y CONNECTAS visitaron San Francisco Menéndez, en el departamento de Ahuachapán, por ser uno de los tres distritos de El Salvador más afectados por la migración climática, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Los otros dos son San Jiquilisco, en el departamento de Usulután, y San Miguel, en el departamento del mismo nombre.

 

Allí recogieron testimonios como el de Marco Linares, de 67 años, acerca de que la mayoría de las veces la agricultura solo les da pérdidas. “Uno se queda con lo poquito que Dios le da y lo utiliza para el consumo familiar —sostiene—. Decir que genere ganancias es mentira. A veces uno asegura estrechamente la comidita”. Según él, este año pudieron recoger un poquito más de la cosecha de maíz, pero de fríjol no recogieron “ni un granito. Se perdieron por completo”.

 

Lo que cuenta Linares es apenas un reflejo de lo que consigna un estudio de la OIM titulado Caracterización sobre vulnerabilidades y efectos del cambio climático en distritos priorizados de El Salvador y su relación con la movilidad humana. Este fue publicado en 2024 e incluyó entrevistas, grupos focales y encuestas a 72 personas de esos lugares.

 

El 26.4 % de los encuestados indicaron que, en los últimos cinco años, ellos mismos o un miembro de su familia se han ido de su lugar de origen, de manera temporal o permanente. Ocho de cada diez se fueron a otro país, mientras que dos de cada diez se movieron dentro de El Salvador. Como si fuera poco, 35.7 % de los encuestados de San Francisco Menéndez, 41.7 % de Jiquilisco y 20 % de San Miguel manifestaron su intención de migrar a otro país para mejorar su calidad de vida. Los principales motivos argumentados son los económicos y los factores relacionados con el ambiente. La pérdida de cosechas encabeza la lista de razones para migrar.

 

 

Un agricultor muestra una vaina de frijol que logró cultivar luego de reponerse de la pérdida de cosechas que enfrentó en 2024.

 

"Bastantes se han ido para Estados Unidos huyendo de esta crisis tan grande. Es que como no hay trabajo, aquí dónde va a trabajar uno, solo los pedacitos de ayotera (cultivo de ayote, una calabaza también conocida como auyama en varios países de la región) que se hacen. Va alcanzando solo para el jabón y los frijoles", dice Sonia Ayala.

 

Su lamento tiene respaldo en lo que cuentan los encuestados por la OIM: entre las principales afectaciones por el cambio climático en los tres distritos están la pérdida de cultivos, ganado o aves (el 84.7 % ); el incremento del precio de los principales alimentos que consume su hogar (el 75 %); y el incremento del precio de los insumos de su negocio o trabajo (el 58.3 %).

 

El estudio también señala que el 22.2 % de los encuestados que han migrado o intentado migrar al extranjero han regresado a sus lugares de origen, localizados en zonas afectadas o vulnerables a desastres. Incluso señala que seis de cada diez encuestados en los tres distritos del estudio “habitan en lugares considerados como zonas de riesgo a inundación, desbordamiento de ríos, deslizamientos de tierra o hundimiento del terreno”.

 

Varios han vuelto por la fuerza. De acuerdo con las estadísticas de la Dirección General de Migración, San Francisco Menéndez se ha mantenido entre los diez distritos con mayor cantidad de personas deportadas desde Estados Unidos en los últimos años.

 

Dos de los hijos de Sonia Ayala se dedican al cultivo de ayote.

Los tiempos de eventos extremos

El año pasado fue el quinto más lluvioso en 54 años en El Salvador: acumuló 17.8 % por encima del promedio de lluvias anual. También fue el segundo año más cálido en las últimas cinco décadas, según   La temperatura en este país centroamericano aumentó 1.64 grados en la última década, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tiene claro el impacto de los eventos climáticos en la producción agrícola local y regional. "En El Salvador y el Corredor Seco de Nicaragua, las precipitaciones insuficientes y las temperaturas elevadas —características típicas de El Niño—, resultaron en rendimientos inferiores al promedio en algunas áreas", expone en un reciente informe titulado Panorama regional de la seguridad alimentaria y la nutrición 2024. Agrega que las inundaciones, tormentas, sequías y deslizamientos ocurridos en 2023 agravaron la inseguridad alimentaria en el país, según dicho estudio. Más del 40 % de la población salvadoreña se vio afectada por la inseguridad alimentaria.

 

 

Arnulfo Borja, de 73 años, muestra uno de los terrenos en San Francisco Menéndez que fueron afectados en 2024 por la pérdida de cosechas.

 

CAMPO, una asociación privada con 125 mil productores afiliados, cuantifica los daños en la agricultura en todo El Salvador y los asocia con los eventos climáticos extremos. Esta asociación viene reportando disminución de cosechas desde el año 2020 pero, según sus datos, la situación se volvió dramática entre 2023 y 2024. Solo el año pasado al comparar el consumo con la producción reportaron un déficit de casi 10 millones de quintales de granos, principalmente maíz y frijol, los cultivos principales de San Francisco Menéndez, y dos granos esenciales en la dieta salvadoreña. En los cuatro granos registrados en sus estadísticas hay una disminución entre la cosecha esperada y la cosecha efectivamente registrada.

 

 

Se solicitó al Ministerio de Agricultura de El Salvador el censo de agricultores de San Francisco Menéndez y de todo el país, pero no respondió. También se le pidió la cantidad de cultivos perdidos en los últimos años y tampoco hubo respuesta.

 

En los tres distritos del estudio de la OIM, “todas las personas encuestadas han percibido algún cambio en el ambiente de la zona donde habitan en los últimos 5 años. Entre los principales identificaron el cambio en las temperaturas (93.1 %), patrones de lluvias irregulares (87.5 %), cambio en los ciclos de estaciones (73.6 %) y disminución en la calidad del agua (63.9 %)”.

 

San Francisco Menéndez es afectado por períodos de sequía y por lluvias irregulares. Los datos de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES) en la estación La Hachadura, que mide las lluvias en el sector, registraron un acumulado de 2947 milímetros en 2024, por encima del récord histórico de 1786 milímetros.

 

Sonia Ayala calcula que los problemas con las cosechas se incrementaron desde la depresión tropical 12E, ocurrida en 2010. "A veces tenemos sequía, a veces tenemos inundaciones, pero quizá un poco más serias que en los tiempos en los que fui niña. Nunca se había hecho la situación tan grande como la que estamos viviendo", dice la agricultora del Zanjón El Chino.

 

 

Ella tiene un pluviómetro en el patio de su casa, con el cual mide la cantidad de lluvia que cae. Todos las mañanas anota y envía los registros por Whatsapp a un centro de monitoreo de la UNES. La agricultora pertenece al comité comunitario de prevención de riesgos, integrado por 22 personas del municipio. Según ella, la alcaldía nunca les advierte de los riesgos por desastres naturales.

 

Así de árido se observa en febrero de 2025 el terreno contiguo al mangle de San Francisco Menéndez, otro sector afectado en los últimos años.

 

La Unidad Ecológica Salvadoreña, una organización ambientalista que monitorea las lluvias, las temperaturas y la calidad del agua en San Francisco Menéndez, señala que lo que más daña al sector son los eventos extremos: pasar de lluvias torrenciales a sequías. Pero también han advertido que el cambio climático está afectando al mangle, y los pescadores que extraen punches (cangrejos) también lo resienten.

 

"Las aguas del manglar deben tener equilibrio entre agua dulce y salada. Pero el agua salada está siendo mayor que la dulce en el mangle y esto compromete la vida de las especies", explica Asunción Martínez, ambientalista de la UNES, quien se basa en los datos que les arroja un análisis físicoquímico que hacen en tres puntos. La organización también tiene 18 estaciones de monitoreo: pluviométricas y de temperatura, en el distrito.

Los agricultores que desaparecen

Sonia Ayala tiene diez hijos: siete de ellos migraron hacia Estados Unidos porque la agricultura solo les dejaba pérdidas, los otros viven en El Salvador: dos aún trabajan en la agricultura y el otro consiguió trabajo en la frontera con Guatemala. En el patio de Sonia cuelga un uniforme amarillo con el que su hijo trabaja como constructor del Puente Arce, en la frontera La Hachadura.

 

El uniforme de trabajo de uno de los hijos de Sonia Ayala permanece colgado en el patio de su casa. Él abandonó la agricultura y empezó a trabajar en construcción.

 

"Así como está el tiempo, aquí no se hace nada", dice Miguel Meléndez, compañero de vida de Sonia, quien trabaja junto a sus dos hijos en el cultivo de ayotes.

 

Élmer Menjívar, director de la escuela del caserío El Talpetate, una de las cuatro que tiene San Francisco Menéndez, asegura que en los últimos dos años han notado disminución en la matrícula y que hay menos estudiantes porque los padres optan por enviarlos hacia Estados Unidos. En 2024 se matricularon 185 alumnos en esa institución que atiende hasta noveno grado. En 2025, la matrícula bajó a 180 alumnos.

 

"Todos los padres de familia siempre han manifestado que a causa de la sequía sus cosechas han disminuido, y eso los ha afectado económicamente. Tanto así que los alumnos dejan de asistir a la escuela por un tiempo y algunos emigraron, ya sea en el mismo país o hacia Estados Unidos", afirma el director, quien asegura que lo que ocurre en su escuela es un fenómeno que se repite en las otras tres de la localidad.

 

Fachada del centro escolar del caserío Talpetate, en San Francisco Menéndez, cuyo director reporta deserción de estudiantes.

 

La crisis también llegó a entidades como la Asociación Cooperativa de Comercialización, Aprovisionamiento de Productores Agropecuarios de Ahuachapán sur (Ahuasur), una cooperativa de agricultores que fue constituida en 2013 y está en proceso de disolución por las pérdidas. Según Wilfredo Borja, el agricultor de Talpetate, la organización tenía 30 productores afiliados, y lleva tres años sin celebrar asambleas por las pérdidas acumuladas y por la baja comercialización de granos.

 Wilfredo y su familia denuncian que no tienen acompañamiento del Estado para enfrentar los daños. "El problema más grande es del Ministerio de Agricultura (MAG) porque yo reporté cuando estaban las pérdidas de los frijoles y las dificultades en el sorgo, pero lamentablemente ya tenemos 30 años de que ellos (el Ministerio de Agricultura) no nos visitan", dice Melvin Pérez, un agricultor de 46 años, primo de Wilfredo. Se buscó una entrevista con técnicos del MAG para hablar sobre este señalamiento y sobre el impacto de la crisis climática en la agricultura, pero tampoco se obtuvo respuesta del personal de comunicaciones de la institución.

 

Sonia Ayala, agricultora de San Francisco Menéndez, señala hasta dónde subió el agua durante las inundaciones que enfrentaron por las lluvias de 2024.

 

Tanto Sonia Ayala como el director del centro escolar y los agricultores de la familia Borja coinciden en que el trabajo de construcción del puente Arce se convirtió en una escapatoria para todas aquellas personas que tuvieron que dejar la agricultura como medio de subsistencia.

 "Mucha gente de aquí del caserío Talpetate está trabajando ahí en la frontera, en el puente que están haciendo, están aprovechando la oportunidad que les están dando", dice el profesor Menjívar.

La migración invisible

Patio de la vivienda de la familia Borja, cuyos integrantes resienten el incremento de pérdidas en sus cultivos y la falta de apoyo para enfrentarlo.

 

UNES, la organización ambientalista, señala que no hay inversión estatal para mitigar las pérdidas y los daños. Según esta ONG, que trabaja desde hace una década en la zona, tanto el gobierno central como la alcaldía se han limitado a acciones reactivas por inundaciones, pero no a mitigar cuando hay sequía. Ante una solicitud de información, la Unidad Ambiental de la alcaldía de San Francisco Menéndez respondió que los planes de prevención y mitigación de riesgos los tiene el Ministerio de Medio Ambiente.

 

El presupuesto del Ministerio de Medio Ambiente ha sufrido cuatro recortes en los últimos cinco años. El más reciente fue de 4.1 millones de dólares para el presupuesto de 2025. Se solicitó una entrevista con un técnico del Sistema de Evaluación de Riesgos, para preguntar si este recorte impactará en el monitoreo y mitigación de los daños y pérdidas, pero no hubo respuesta. También se pidió una entrevista al Banco Mundial sobre el Fondo Verde en Centroamérica, un financiamiento creado para mitigar los daños por el cambio climático en la región, pero el banco respondió que no tenía un vocero disponible para hablar del tema.

 

Una recomendación de Alianza Américas, una organización que estudia la migración en Centroamérica, es que los países del istmo empiecen a asignar fondos para la mitigación de los daños y pérdidas: "El reconocimiento nunca fue un problema y el gran desafío en Centroamérica es que, si hay legislación, la legislación no es aplicada, no hay designaciones presupuestales para que, efectivamente, la ley cumpla una función más que ser simbólica. Hay una ley, pero la ley no hace nada", dice Helena Olea, vicedirectora de programas de esta organización.

 

"Se invisibiliza la migración hacia otras ciudades porque lo perdieron todo. Y a veces son migraciones momentáneas: se van, y cuando se seca el agua regresan a los lugares de alto riesgo. No hay un plan con el cual puedan vivir ", dice Martínez, la ambientalista.

 

La Dirección General de Migración registró 12 casos de migración a causa de crisis o daño climático entre 2022 y 2024. La investigadora Celia Medrano, autora de estudios sobre migración en la región centroamericana, señala que hay un subregistro de casos porque muchas personas encasillan la causa de migración en problemas económicos.

 

"Si les preguntas a las personas si migraron por cambio climático, no te van a decir que sí. Te dicen que se fueron por causas económicas, aunque lo que pudo estar de fondo es que perdieron; su cosecha. Por eso es que la estadística también podría ser tan baja. En segundo lugar, las personas no tienen una noción de qué entender por cambio climático, lo asocian con contaminación de ríos", opina la investigadora.

 

Los agricultores de la familia Borja resienten las pérdidas y creen que su situación empeoró en los últimos seis años. El patriarca Arnulfo Borja, de 73 años, dice que el terreno que cosechan ahora los agricultores es la mitad del que cultivaban en el pasado. Cuando la entrevista finaliza y la grabadora se apaga, se excusa y pide a la periodista: "Por favor, explíqueme qué son El Niño y La Niña”.

 

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