La batalla por la justicia

De las condiciones externas de la democracia y la prosperidad

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

 

A Xiomara Castro

Alguna vez para contrarrestar el imperialismo mexicano, Manuel José Arce propuso adherirnos a la unión americana, que no nos quiso. Todo futuro es difícil, de ver y más, de construir. Nada es seguro y siempre habrá contradicciones. Pero estamos obligados a pensar. Aunque a Donald Trump, esa vergüenza de su raza, igual pudiera complicársele la vida de un momento a otro ¡tanta cola arrastra! se le facilitará ganar la reelección contra cualquiera de veinte precandidatos rivales declarados. No porque tenga la simpatía de la mayoría de los estadounidenses, es una ironía, sino porque solamente necesita los mismos votos del colegio electoral que obtuvo antes y ninguno de tantos retadores convoca a la oposición. Mientras él sí aglutina a una base dura de plebe ignara, con clase media asustada y una elite adinerada feliz con sus reformas fiscales para ricos. Están siendo investigadas aun las donaciones que se hicieron a su campaña anterior y la forma en que se usaron para fines ilícitos, pero ya Trump ha recibido para su campaña reeleccionista más donaciones que nadie, $30 millones en los primeros tres meses del año, un elemento predictor importante.

Trump es una amenaza por el peligro de un estallido bélico que puede detonar su estúpida política exterior como porque su política energética agrava el calentamiento global, que nos tiene al borde de una catástrofe permanente de sequias y huracanes y epizootias y enfermedades epidémicas, hambruna y desesperación

Y mientras Trump sea presidente, los estadounidenses no nos van a ayudar a resolver ni siquiera los problemas que ellos mismos nos provocan. No entienden, teniéndolo a la vista, que la democracia no es garantía de gobierno probo, pero que la dictadura de cualquier signo se sostiene y se nutre con la corrupción. Y que no pueden combatir la corrupción porque se quedan sin los aliados a los que escogieron y necesitan. Tampoco nosotros pareciéramos entender cosas graves. En nuestra batalla política parroquial se nos olvidan los condicionamientos externos del resultado, dejamos de entender el ámbito mayor, igual que el gringo que dice que México es un país centroamericano.

Si previsiblemente estalla una guerra mundial en cualquiera de los escenarios en que Trump la está provocando, pero particularmente en Venezuela (antier trascendió un manifiesto de la comunidad de inteligencia estadounidense advirtiendo contra la posibilidad de que eso sucediera, firmado por cientos de los expertos más reconocidos), se van a alinear con Trump los centroamericanos y los cientos de miles de estadounidenses que, en cada ocasión parecida, no importa cuán falaz sea la justificación, siempre salen de su modorra a colgar de sus umbrales banderas de barras y estrellas. Y nosotros podríamos ser teatro de una guerra desastrosa en que será un crimen ser opositor o patriota.

JOH seguirá siendo y con toda la razón el más fiel aliado de Trump haga este o diga lo que diga o haga, ya sea que lo insulte directamente o por interpósito presidente. Y es poco lo que juntos pudieran hacer los centroamericanos para apoyar u oponérsele. Incluso Ortega brinca poco después que logró jinetear la breve primavera nicaragüense, e ilustrar los límites de la hegemonía. Varios son ya muertos que caminan, y ninguno es eterno ni va a resucitar hoy, si no el Nazareno, ¡Alabado sea! Pero ¿somos una opción? ¿Que podrían hacer los gobiernos que los sustituyan?

Me atrevo a preguntar porque quiero que anticipemos lo evidente y concluyo. Bajo el signo de Trump ese falso sol en el firmamento de nuestro tiempo, la democracia en Centroamérica es imposible y la paz. No habrá centro estable que reconcilie y amalgame. Y para someter a la fuerza centrífuga inevitable, se imponen dictaduras, tanto en la izquierda como la derecha, que recurren al crimen de lesa humanidad y al terror. De hecho, puede ser que no solo la democracia y el estado de derecho, sino el mismo estado nacional sea insostenible bajo esta clase de presión hegemónica, a la que solo se puede reaccionar con la evasión o el sometimiento. ¿Hay que abdicar de un proyecto propio de país? ¿Alinearse con y cuadrarse ante el hegemón? Cuba flota sola en un Caribe remoto. Venezuela esta catatónica en su crisis abismal incubada. Uruguay y Bolivia están lejos para aliados efectivos.

¿Cuál es el camino a la paz y la prosperidad? Quizás nuestra única esperanza sea México, en una relación inédita, sin precedente, al menos desde el siglo antepasado. ¿Acaso podríamos ser de México, estado libre asociado? No sé si tenemos la lucidez para entender el dilema. Ni si los mexicanos ya maduraron su tonto nacionalismo defensivo, y son capaces de en visionar ser socios.  Ya antes fuimos con México, en el Virreinato y en el Primer Imperio, componentes asimétricos de formaciones estatales de las que tuvimos que escapar. Las asimetrías que se dice serian el obstáculo, en realidad son reconciliables, como fueron en su momento las que había entre Alemania del Este y el Oeste antes de la reunificación. Pero claro que México tendría que poner un liderazgo, hacer un esfuerzo proporcionalmente mayor y algunas concesiones. Y puede redituarle mucho más su inversión proyectada en el Sureste.

¿Cuánto puede México? AMLO ha sido impecable, en el discurso, conceptualmente hablando, no ha resbalado, aunque hay noticias de malos tratos y deportaciones recientes masivas de los peregrinos, que serían una concesión a Trump.  Su respuesta anterior de AMLO ha sido en rigor perfecta, dejando en ridículo al prepotente y a quienes anticiparon que buscaría una confrontación alocada, mientras reafirma su dignidad soberana. AMLO respetara a la democracia en que se ha esforzado por alcanzar el poder y, aun con inevitables deslices y vaivenes, después, México tendrá una nueva fortaleza. Propongo ponerlo a prueba en la constitución de una Comunidad Mesoamericana de Estados Asociados con -por lo pronto- libre circulación de mercancías, capital, monedas y personas y protección mutua. Un proyecto que, puesto que también tendrá oposición externa, además de la visión del liderazgo, requeriría la anuencia de los sectores más diversos en cada país, obreros y empresarios, militares y religiosos, intelectuales y políticos y con el apoyo de la comunidad mundial. Nadie tiene nada que perder. Venimos de los mismos genes.

Compartimos lenguas, variedad de experiencias religiosas y sensibilidad, de organización social, familiar y comunitaria, venimos de historias análogas, somos complementarios en recursos. México tiene el petróleo, Centroamérica, agua y oro. Siempre habrá quien se oponga, en la izquierda y en la derecha, intereses mezquinos y timoratos, que manipularan para conservar su control, adentro y afuera. Pero quizás esa mancomunidad se ha vuelto un imperativo categórico de la democracia y la independencia nacional en la región, para la soberanía del centroamericano y la posibilidad de crecer en libertad.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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Un comentario

  1. Excelente Dr. Un pseudo union con mexico es historica y puede repetirse. Es una opcion viable.